Polvo del camino. 251. Concupiscencia. Héctor Cortés Mandujano

                Polvo del camino/ 251

Concupiscencia
(Minificción)
Héctor Cortés Mandujano

Se encontraron en una fiesta. Se acariciaron con los ojos, con las miradas lúbricas. Ella –cintura escasa, nalgas opimas– esperaba que el muchacho atractivo, que parecía serio, le dijera las mentiras clásicas que sirven para bajar la guardia, para aceptar, para salir de paseo, para entregarse (con las reticencias básicas) y luego buscar que el compromiso vuelva deber lo que antes fue gusto. Pero no, él dijo con un tono reflexivo:
—Heredé de mi padre el falo (no hablo del órgano, sino del género) y la concupiscencia, la incapacidad de sentirme satisfecho con una o diez mujeres: las quiero todas.
Ella no supo qué decir:
—¿Concupiscencia? Qué palabra rara.
Él siguió:
—Además, el placer erótico es entrópico. Crece, se expande, como el falo, y luego disminuye y se vuelve casi nada. Un acto sexual será, cuando mucho, pasado el tiempo, imágenes disueltas mayormente por el olvido.
Y ella:
—A ver, a ver, ¿crees que me excita ese lenguaje, no sé si filosófico o nomás pedante?
Él:
—La entropía es la segunda ley de la termodinámica.
Ella:
—Ah.
Él:
—El placer es parte del instinto y el instinto no es domesticable. Si vienes conmigo, sólo te podrás tener a ti, no a mí. No ha llegado a mi corazón, todavía, el venablo lanzado por el gordo niño alado.
—No me gustan los hombres que se enredan en palabras.
—Puedo quedarme callado, también.
—Mejor.
Ella se acercó y le ofreció la boca. Él la tomó y el beso largo y lento la hizo separarse para decirle solamente:
—Llévame a donde quieras.

Él no habló, pero por lo que hizo con su anuencia en la batalla de plumas, en el trasvase de la pasión sicalíptica, ella supo que sabía su cuento.
Se quedó desnuda, exhausta, después de la enésima ocasión, mientras él entraba al baño. La despertó el ruido de cuando él, ya vestido y peinado, tomaba la llave de su auto del buró.
Abrió los ojos y le sonrió voluptuosa, apetecible, le acarició el miembro satisfecho por encima de la ropa. Él se inclinó y le dio un beso suave, fugaz:
—Hasta nunca, mi amor. Gracias. Me encantaste. Buenas noches, buena suerte.
          
Ilustración: HCM.
Ilustración: HCM.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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