Polvo del camino/ 250
Friolera de notitas
Héctor Cortés Mandujano
Veo que en uno de los estantes de mi casa hay un apilamiento de hojas pequeñas y grandes, dobladas. Las reviso: son muchas notas que escribí, en pedazos y pedacitos de papel, vaya a saberse para qué. No son secuenciales ni tienen fecha. Las numero sólo para separarlas. Algunas, creo, tienen lógica por sí mismas (con las otras hago lo que haré con éstas, luego de copiarlas: las rompo y las tiro a la basura). Antes, las comparto contigo lector, lectora.
1
Somos miles en la Capilla Sixtina. Se oye un rumor como de mar, como de cantina, como de moscas. Lo que más se oye, porque lo dicen y lo gritan por micrófono los policías, es: “¡No fotos!” y “¡Silencio!” en varios idiomas.
Ciudad Vaticano es una empresa que cobra por todos sus servicios y en la decena de kilómetros donde hay tantos museos, hay muchísimas tiendas. La iglesia, sin dudar, es el mayor negocio. En su alrededor pululan restaurantes, tiendas, gente que vende. Si Jesús intentara sacar de nuevo a los comerciantes de la iglesia necesitaría un ejército.
[La segunda noche que pasamos en Roma sueño, de principio a fin, una obra de teatro que escribiré apenas tenga tiempo. Se llamará como el hotel: Baltic.]
2
Fue un instante y hubo acción necesariamente rápida. Luego el tiempo dejó de tener importancia. Se detuvo o siguió, poco importa. Pero el instante, ese instante fue el definitivo, del que hay que hablar, del que hablaré.
3
Frente a mí, en una calle de Nueva York, un hombre vende carteles (El Guason, Bob Marley, “El beso”…). Empieza a llover y recoge a toda velocidad. Sale, vuelve y anuncia los nuevos objetos en venta: paraguas e impermeables.
4
Una mesera en Roma (en el restaurante donde comemos) tiene miedo a las palomas. Es terrible, porque hay muchas. Es como si un pescador tuviera miedo a los peces.
5
Mientras los demás descansan, caminan, dan vueltas… Mientras yo duermo, juego, escribo palabras que caen al vacío… Mientras ella se levanta, dicta órdenes, mira cómo los ángeles vuelan en el aire… trascurre el tiempo y también se detiene en los goznes de los días, se atora en el momento en que ella se viste y yo la veo: observo cómo sus pechos ya no son tan firmes, cómo ya hay gramos de más en el que fue su vientre plano.
El tiempo se detiene en mi mirada y luego avanza sin detenerse, olvidándose de mí, de la mujer que ya está vestida, me manda un beso y se va. A mí, echado en la cama, se me ocurre pensar en intrascendencias, que escribo: éstas.

*Sobre el autor:
Héctor Cortés Mandujano
Narrador, dramaturgo y periodista cultural
Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.
Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.
Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).
Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.
Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com