Cajón de rubores. 47. Apuntes del subsuelo 9. Antonio Florido





         

AMO EL SUFRIMIENTO, LA DESTRUCCIÓN Y EL CAOS

Capítulo IX

Como decíamos…

Todo comienzo ha de tener “eso”, un punto de partida, un hilo argumental, una afirmación que, más tarde (o temprano), podremos refutar o no, pero de lo que no nos cabe duda es de que el hombre, como ser consciente, debería preguntarse qué hacer―ya que la tiene―con su voluntad. Es una pregunta que trae de cabeza a Fiódor (creo, y esto no es más que un pensamiento propio, que fue así durante toda su vida). ¿Estamos seguros―se cuestiona una vez y otra―de que “debemos” corregirla? ¿No sería más conveniente decir que “podemos”? ¿O sea, afirmar que podemos en vez de debemos? En cualquier caso, no deja de ser patético (o doloroso, o triste, o emocionante), que el hombre se afane en desentrañar este cómico misterio de los resbaladizos significados que unas veces se solapan, otras se contradicen y otras―no me lo nieguen, por favor―se ríen de nuestro intelecto, de nuestros esfuerzos.

El texto, que usa como centro la Voluntad, es un sistema donde hallamos, de manera centrífuga, otros conceptos más voladizos como el miedo, el proceso, la muerte… Interesante cuando Dosto se pregunta si la razón se engaña, si el hombre, usándola para intentar aprehender el mayor número posible de ventajas, se engaña a sí mismo. Está claro que lo que a él le importa no es que su vida tenga o deba regirse por los caminos que esta razón, su razón, como ley humana, le indica, porque entonces, qué hacer con los atajos de su vida, qué hacer con esos otros caminos que se le presentan constantemente, como una inquietante invitación a nadar a contracorriente, qué hacer, insisto, con esa posibilidad tan atractiva de, yendo a contrapelo, buscar con ansia, con un ardor desmesurado, la destrucción, el caos, el qué dirán los demás, el cómo seré recibido, tratado, pensado… Porque Dostoiesvki insiste en que no siempre es conveniente ni ventajoso para el hombre actuar según las convenciones, a favor del canon establecido; a veces, esas ventajas, digamos ocultas para los demás, uno mismo las percibe con una claridad lechosa, con una visión diáfana, con una alegría en el alma difícil o imposible de explicar. Y el miedo. Siempre el miedo en el horizonte, acechando, con un apriete en el corazón, con una punzada inclemente, despiadada, demoníaca. Horizonte al que nos vamos acercando de manera constante, lenta y sin pausa conforme nuestros días y circunstancias van cambiando, ese horizonte donde sé, donde sabemos bien lo que hay: La muerte. La muerte es, pare él, un final que no vale lo que, para él, digo, es el proceso. El máximo valor no está en ese final ineluctable. Entiendo que para Fiódor se encuentra en la belleza inefable de la sonrisa de sus hijos, en la mejilla sonrosada y ligeramente retraída de su esposa, está en el olor cáustico y suave (todo a la vez) de un atardecer, de una salida nueva del sol naciente, en la fragancia del heno, en el estiércol del caballo que, exhausto, aún tiene fueras para tirar de la calesa; la belleza de este proceso es impagable. Los detalles. La vida. Sí, la Vida. Los segundos… Sí, Dosto es, para mí, un ser que ama los segundos más que las horas o los años.

La dicotomía del principio, entre el deber y el poder, no deja de ser algo cómico. Por eso, Dosto coge el hilo y engancha a él un argumento, su argumento, para transmitirnos, con su prosa cálida y sólida (también muy sincera) su manera peculiar de ver y entender el mundo, su mundo, el exterior y el interior; utiliza este tipo del aparente embrollo con preguntas e indicaciones al lector, con insinuaciones, con sugerencias, con indirectas, como si la persona, más que el creador, nos surgiese de pronto como un ariete que nos obliga a pensar. Esto es también, para mí, y creo que para todos los que reconocemos que amamos la obra de Dostoievski, asombroso, extraordinario e impagable.
Vale.


Sobre apuntes del subsuelo. Antonio Florido.
Sobre apuntes del subsuelo. Antonio Florido.
Imagen proporcionada por el autor.

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Edición por entregas del último libro de Antonio Florido. 

*Sobre el autor:

Antonio Florido Lozano

Narrador, ensayista y poeta

Carmona, España, 1965.

Desde 2011 ha publicado ocho novelas y tres libros de cuentos. Su obra ha merecido una docena de premios nacionales en España. Su novela Blattaria (2015) fue llevada al cine en 2019 en una coproducción peruana-española. Afirma ser “un autor neoexistencialista que aborda asuntos éticos y de actualidad, como la violencia (interior, de contexto y doméstica), el maltrato a los ancianos, la muerte digna, la intolerancia hacia la homosexualidad, la decadencia moral del ser humano…”, y le gusta ser considerado “un escritor vertical y conceptual”.

Colaborador habitual de numerosas revistas de arte y literatura de varios países hispanoamericanos, desde hace quince años es también columnista en diversos medios de comunicación.

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