EL HOMBRE ES ESTÚPIDO
Capítulo VII
Este capítulo, leído y releído y releído, subrayado hasta la locura, se asemeja en ocasiones a un arte impresionista. Necesitamos alejarnos para poder comprender el sentido único (¿y exacto?) de lo que Dosto nos quiere expresar. Hay, sin embargo, algunas pinceladas demasiado retorcidas, y algunos colores (entiéndanme) se duplican o triplican sin demasiado aporte a la sustancia; como una fruta a la que muerdes esperando a que el sabor, ese delicioso sueño que seduce, cambie de buenas a primeras.
En el sentido Hesseiano –cedan, por favor-, podemos acudir a la esencia de El juego de los abalorios, donde todo principio se ve enriquecido por una sucesión perdurable de entradas por imitación, aumentando de esta forma no sólo las ondulaciones, sino el deleite propio de quien, extasiado, escucha en silencio las distintas voces.
Aquí, en el texto de hoy, esa nota inicial (o melodía riquísima) no es más que lo que el autor, desde el comienzo del escrito, esconde (de manera abierta) y da en llamar la ventaja especial del hombre. La fuga nace, pues, en esa ventaja. Y a esa ventaja la denomina Voluntad. Para Dostoyevski, ha de ser una voluntad independiente. Imperativa, añade. De otra forma el hombre se vería forzado a comprender y actuar atendiendo sólo a los dictados de la lógica y la razón. Añade que esta lógica y razón, este dúo de complicidades, forman leyes, estructuras, sentidos que hábilmente podrían reconocerse como comunes. La fuga semántica y perseguida continúa pensando ahora el argumento de la Civilización. Maduramos en ella, la música sube de volumen, intentamos seguir las directrices del escritor y, entonces, de una manera nítida y definida, logramos entender que todo se reduce a eso; a hacer caso (o no) a lo que, entre todos, en una categoría que sobrepasa el individualismo, hemos decidido que son nuestras ventajas, nuestras condiciones. Cabe decir, el amor, el sentido crítico, la empatía que jamás aparece… Como muestra nos pone por delante la faz de una figura destacada (sagrada para Léon Bloy): Napoleón. ¿Buscaba el bien a partir del sufrimiento? ¿Podríamos hacer lo que deseásemos al precio que estuviese, de algún modo, establecido? Luego se pregunta -en una pausa huida- qué ha aportado esta civilización al hombre. ¿Lo ha convertido en un mejor sujeto de acción? Su repuesta es que no, que lo único que dicha civilización ha logrado es que el ser humano sea (uso sus mismas palabras) vilmente más sanguinario. Y sanguinario siempre en nombre de algo, por mor de alguien, por alguna causa que se presume legítima; sanguinario como justificación de que uno hace lo que hace porque busca un sentido, sentido que a la larga conseguirá la bonanza, la Virtud (la fuga no cesa en su empuje, y a estas alturas el conjunto semeja un disloque).
¿Tiene esta Virtud algún sentido real?, se pregunta.
El hombre estúpido. A veces actúa porque sólo le interesa agarrar sus intereses y en otras ocasiones, en las mismas circunstancias, procede de otra manera. A pesar de esta aparente incongruencia, o tal vez por ella misma, Fiódor nos inocula en el pensamiento (al menos, lo intenta), la idea no de que el hombre sea verdaderamente un estúpido, sino que lo es de una forma extremadamente superlativa, formidable.
Ya, apartados de lo que se ha escrito hasta ahora, podríamos añadir que todo el escrito está entrelazado de indiscutibles opiniones sociológicas. Unos podrían afirmar que no serían sociológicas sino políticas. ¿Es el hombre bueno o malo por naturaleza? Locke mira hacia un lado; Rousseau mira, sonriente, hacia el otro. ¿Quizás se odien sus pensamientos, sus anhelos, sus ideas? No. Rotundamente, NO. Tiempos distintos, contextos sociales y económicos diferentes. Cada uno aludía a lo que su buen juicio (subjetivo, como todos) le señalaba. Por fortuna, y gracias a los libros que ambos y otros pensadores como ellos, nos legaron, ahora nos encontramos la oportunidad de poder comparar, de poder usar el tiempo de ellos, el llano en llamas Rulfiano que tanto esfuerzo les costó, digamos, apagar.
¿Tratado político? ¿Furor desatado en el espíritu de Fiódor? ¿Una mezcla de componentes que espera paciente a que alguien se atreva a separarlos? No tengo la solución. Sólo sé que he pasado unas horas entrañables con nuestro querido autor, en un intento (puede que inane) de comprender mejor su forma de ver el mundo, su mundo.
Vale.

Imagen proporcionada por el autor. ***** Edición por entregas del último libro de Antonio Florido.
*Sobre el autor:
Antonio Florido Lozano
Narrador, ensayista y poeta
Carmona, España, 1965.
Desde 2011 ha publicado ocho novelas y tres libros de cuentos. Su obra ha merecido una docena de premios nacionales en España. Su novela Blattaria (2015) fue llevada al cine en 2019 en una coproducción peruana-española. Afirma ser “un autor neoexistencialista que aborda asuntos éticos y de actualidad, como la violencia (interior, de contexto y doméstica), el maltrato a los ancianos, la muerte digna, la intolerancia hacia la homosexualidad, la decadencia moral del ser humano…”, y le gusta ser considerado “un escritor vertical y conceptual”.
Colaborador habitual de numerosas revistas de arte y literatura de varios países hispanoamericanos, desde hace quince años es también columnista en diversos medios de comunicación.