Líneas de desnudo. 126. Ajuste de cuentas. Manuel Pérez-Petit

Líneas de desnudo/ 126

Ajuste de cuentas
Por Manuel Pérez-Petit

Cada vez me quedan menos cosas que cumplir antes de volver a verte.

M. P.-P.
Llevaba una doble vida. Era uno en la casa y otro en la calle. Tenía muy claro que ser padre no era lo mismo que ser hombre. Toda su suerte se la jugó a una inteligencia privilegiada por lo que era esponja, a que era listo como el hambre que llegó a pasar, a que era guapo y a que unía estos atributos con peculiar destreza. Exento de instrucción, pues apenas pudo cursar la primaria antes de que en 1950, a sus 13 años, se tuviera que hacer cargo de mantener a su madre y a sus dos hermanos pequeños en aquella España del hambre y provinciana. Trabajó primero un tiempo como aprendiz en una carpintería, de lo que sacó un conocimiento acerca de maderas nobles que es imposible de encontrar en ningún libro. Luego, creo recordar que su tía Rosa, que cantaba mejor que la Niña de los Peines, le dio veinte mil pesetas de entonces –una fortuna–, y comenzó a dedicarse a las antigüedades. 
            Su madre, más jerezana que Lola Flores, era hija del cirujano de la plaza de toros de Jerez de la Frontera, Luís Felipe Arrans, y su más arraigada costumbre era pasear en coche de caballos por las tardes. Eso cambió cuando contrajo nupcias con Facundo Pérez, de Olivares, que tenía una perfumería en la sevillana plaza del Salvador, entre las calles de Sagasta y Lineros, una de las mejores casas de su pueblo, hacienda y un asma pavoroso que en una desgraciada madrugada de 1940 se lo llevó por delante, dejando viuda con dos hijos y encinta del tercero. José Antonio tuvo que hacerse cargo de la familia diez años después, el tiempo en que su madre consumió lo que su difunto esposo había dejado.
Su capacidad de aprendizaje fue asombrosa, aunque inferior a la que tuvo para vivir. De lo primero soy testigo, lo segundo lo he sabido con los años. He oído, eso sí, a muchos referirse a él como genio, pero si esto es verdad o no yo nunca pude verlo. Nadie sabía ni sabe de pintura y de pintores tanto como él. Catedráticos de las más diversas ramas lo buscaban para consultarle, y sus peritajes llegaron a alcanzar un notable prestigio. 
En la primera mitad de los años sesenta del siglo pasado, en unas reuniones de Acción Católica en casa de Manuel Petit y María de la Paz Caro, conoció a la hija mayor de éstos, segunda de sus hermanos, María de Loreto, y nada más la vio lo supo. El 2 de agosto de 1965 se casaron.
Así fue toda su vida. Al principio, muy de mecha corta y con los años su carácter se fue dulcificando. Todo un personaje que a nadie le resultaba indiferente. Yo no lo conocí, él nunca lo quiso, en su papel de padre asimilado según Dios le dio a entender, pero pongo en valor el valor que tuvo en mantenerse fiel a sus ideas y su generosidad para apoyarme a su manera. Era un hombre extremadamente generoso.
Fruto de su matrimonio, el 20 de enero de 1967, nací yo, que me estoy guardando lo que no escribo, pues valgo más por lo que callo –y también en los demás ámbitos de mi vida– que por lo que digo. Tengo para escribir lo inimaginable. Para mí es como una sombra que nunca pude ver a la luz y que he ido y seguiré descubriendo. Me parezco mucho a él, salvo en lo listo y lo guapo –así soy de inútil para la vida práctica–, y está tan presente en mí que, a veces, me asusto. Lo echo de menos tanto que no puedo ni expresar lo que ese hombre –en realidad tan ajeno y tan íntimo a mí– supone en mi vida. Falleció tal día como hoy, 14 de febrero, de hace 11 años. ¡Qué más quisiera que haber llegado a conocerte! Al menos, Dios me premió al permitirme ser la última persona que mantuvo una conversación contigo, junto antes de echarte a dormir, a tres días de morirte.
Me ha costado 11 años escribir acerca de ti, joder, papá, y hasta me parece un ajuste de cuentas. Pero no lo es.
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Notas de autor
1) Apenas esbozando este texto me llega una noticia que me parte en dos, la del fallecimiento de mi muy querido amigo Francisco Higuera Molero, que me ha tenido paralizado buena parte del día. Paco, me hubiera gustado, coño, despedirme de ti en El Negro. Pronto tendré que ir por Madrid, y allí y en la Caserola, que espero que sigan abiertos, beberé a tu salud. No sé si darte un beso o un tortazo por haberte ido. Te dedicaré en estos días unas líneas de desnudo, compañero.
2) Me llevan los demonios cuando pasan días y no escribo, y por partida doble si además con ello falto a mis promesas. Justo eso me está pasando, pero lo prometido es deuda, y yo soy de los que las cumplen. Prometí artículos que no he escrito. Cumpliré y prometo no volver a prometer.
   
Esquela que en su día hizo Irma Martínez Hidalgo para Sediento Ediciones con motivo de la muerte de mi padre.
Fuente de la imagen: Archivo de Sediento Ediciones, propiedad de M. P.-P.

*Sobre el autor:

Manuel Pérez-Petit

Periodista, editor, escritor y gestor cultural

Sevilla, España, 1967.

Periodista por la Universidad de Navarra y diplomado en pedagogía en lengua y literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es especialista en literatura comparada y un experimentado docente y gestor cultural. Es editor desde hace más de 30 años, habiendo tenido a su cargo en proyectos propios y ajenos más de medio millar de ediciones de títulos de todos los géneros. En 2010, se trasladó a México y fundó Sediento Ediciones. Ha dirigido proyectos editoriales y culturales de ámbito latinoamericano y dictado conferencias y cursos en países de Europa y América desde hace 20 años. Como periodista trabaja desde hace muchos años en diarios y publicaciones periódicas de España y México y medios de internet y radio. Es profesor invitado en la Bluefields Indian & Caribbean University (Bicu), de Bluefields, Nicaragua. Desde junio de 2011, la biblioteca de Yolotepec, comunidad indígena otomí de Santiago de Anaya, Hidalgo, México, lleva su nombre, y desde octubre de 2022 también la biblioteca de la comunidad indígena purépecha de la isla de Yunuén, Pátzcuaro, Michoacán, México. En 2017 fundó la causa Libros por Yolotepec, para la recolección de libros en donación para bibliotecas y la promoción de la lectura de los ámbitos rural y marginal urbano de México. Es autor de nueve libros individuales en poesía y narrativa. Su obra ha sido publicada, antologada o premiada en media docena de países. En 2020 fundó Kolaval, plataforma, agencia literaria y editorial de ámbito hispanoamericano. Desde diciembre de 2023 es director editorial de Almuzara México.

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