Polvo del camino. 212. La aparente inmovilidad. Héctor Cortés Mandujano

                    

                        Polvo del camino/ 212

                       La aparente inmovilidad
                       Héctor Cortés Mandujano

  Ningún animal doméstico es capaz de una quietud igual a la de un animal salvaje

                                                            Isak Dinesen,
                                                    en Memorias de África

Cuenta Isak Dinesen en Memorias de África (RBA, 1993) que hizo un estanque cerca de su casa, en África. Un día (p. 161): “cacé un cocodrilo en el estanque, fue algo muy extraño, porque debió de vagar unas doce millas desde el río Athi hasta llegar allí. ¿Cómo pudo saber que había agua en un sitio que nunca la había tenido antes?”.
Mi primo Paco Méndez nos invita a comer a la Sima de las cotorras, municipio de Ocozocoautla. Mi mujer acepta encantada el garrobo en salsa de tomate (yo como otra cosa) y pregunta cómo llegó esa delicia hasta sus platos.
       Paco nos cuenta que hay, dentro de las cuevas rocosas de la sima (140 metros de profundidad y 160 metros de diámetro), muchas iguanas y garrobos. Él estaba justamente en la sima de la Sima cuando escuchó jadeos de estos reptiles que tal vez estaban en una ceremonia de apareamiento o nada más peleando. Oyó el ruido de un objeto caer. No era una piedra, evidentemente. Se dirigió con rapidez al lugar donde suponía había caído algo y halló a dos animales en posiciones distintas: el garrobo, en agonía, por las heridas que le habían hecho allá arriba y por el golpazo, la caída de tantos metros, y una boa constrictor que iba en su dirección a comérselo.
Lo que le sorprendió fue cómo el ofidio pudo darse cuenta, de forma tan inmediata, de que lo que había caído era un bocado apetitoso. Paco, que no tiene miedo a las serpientes, se le puso enfrente para que no pasara y le ganara lo que él también consideraba una comida apetitosa. La boa, entonces, trató de buscar otro camino, que Paco también bloqueó, sin dañarla, sin agredirla.
No tuvo más, el pobre reptil decepcionado, que subirse por el tronco de un árbol e irse a rumiar su fracaso. Es decir, vuelvo a la Dinesen: la quietud de un paisaje guarda el misterio de un sinnúmero de animales –de todos los tamaños, de todas las especies– que están al acecho, en una inmovilidad expectante, de que algo ocurra para ponerse en marcha y atacar o ser atacado.
Mi primo, triunfante, guardó el garrobo en una bolsa y mandó que lo prepararan para su propia degustación y la de mi mujer. Él también, dado que vive en un entorno natural, tiene la intuición (no la ha perdido) para esas minucias que hacen ganar o perder, ser el cazador o la pieza cazada…



Video: Paco Méndez.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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