Polvo del camino. 194. Nadar con tiburones. Héctor Cortés Mandujano

                        
                    Polvo del camino/ 194

                     Nadar con tiburones

                      (Minificción)
                   Héctor Cortés Mandujano

Despierto de madrugada, abro los ojos y me siento en la cama. Sentado, me veo dormir, como si no me hubiera despertado y no me estuviera viendo: no hay ninguna sorpresa al constatar que soy dos. 
       Al lado de mi cama pasa un canal, ancho y hondo, de agua transparente. Hay gente que nada. No la veo, la oigo. Me doy cuenta de que cualquier pez mayor podría venir por aquí, porque el canal, lo sé, está conectado con el mar. 
        Podría venir un tiburón, por ejemplo. 
	Viene uno, lo veo pasar veloz, y oigo los gritos de pavor de los nadadores.
	Sangre en el agua, que excita a dos o tres escualos más.
	Desde la orilla de mi cama alcanzo a suponer el festín, porque la escena queda fuera de mi campo visual.
	Gritos, fuertes chapoteos, más sangre.
	Lo terrible es que, como si fuera un abismo, el agua me llama y me doy deslizando desde mi cama hacia ella. Sé que en el momento que caiga, los tiburones vendrán hacia mí y no precisamente a charlar sobre asuntos oníricos.
	Toco los pies de mi yo durmiente y me despierto.
	Estoy agarrado con mis dos manos y con las piernas enganchadas a la orilla, pues sé que, incluso sin caer, estos animales cebados podrían morderme, hacerme pedazos.
	Le cuento a mi otro yo lo que está pasando y se sonríe.
	—No pasa nada –me dice–, lánzate al agua, los tiburones no existen.
	Veo sus triángulos dar vueltas en espera de mi caída, pero no puedo dudar de lo que yo mismo me digo.
	Y me lanzo al agua.
	Qué frescura, qué tranquilidad.
	Sí vienen tiburones. Los acaricio como si fueran gatitos y ellos me dan vueltas, pidiéndome más caricias. 
Juego un rato bajo el agua con ellos, que cada vez son más (me siento en mar abierto, pleno, feliz).
        Me subo de nuevo a la cama, me acomodo dentro del cuerpo que también soy yo; justo en ese momento suena el despertador, y ya soy sólo uno cuando despierto.


Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz.
Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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