Polvo del camino. 190. La muerte y la muerte de Don Quijote. Héctor Cortés Mandujano

                        
                        Polvo del camino/ 190

                 Evocadas páginas de otro libro/ XIII
                 La muerte y la muerte de Don Quijote
                       Héctor Cortés Mandujano

El joven e impetuoso bachiller Sansón Carrasco se entera de que don Alonso Quijano ha perdido la razón por leer tantas novelas de caballería y se ha vuelto caballero andante. Don Alonso no quiso entender las razones de nadie y se lanzó a la aventura, en la primera parte del Quijote, publicada en 1605.
	Carrasco decide seguirle el juego y derrotarlo con sus propias armas. Se disfraza como el Caballero de los Espejos y lo reta a duelo. Si gana, le dice, don Quijote deberá retirarse a su hacienda y vivir la vida como el hombre cuerdo que era. ¿A quién se le podría ocurrir que el viejo esquelético, montado en su famélico rucio, pudiera ganarle en la batalla? A Cervantes, claro. Parece una locura, pero don Quijote logra derribar a Sansón, y éste muerde el polvo de la derrota.
	No ceja en su empeño y casi al final de la novela (la segunda, publicada en 1615) se disfraza esta vez del Caballero de la Blanca Luna y vence a don Quijote, quien debe volver al pueblo, a la casa, decir que se llama Alonso Quijano y vivir la tranquila vida que lo enferma y lo lleva a la muerte. Sí, cuerdo; sí, desdichado. 

En realidad, don Alonso dijo y juró y perjuró todo lo que le pidieron, aunque él seguía pensando en huir, en seguir siendo hasta el final de sus días el Caballero de la Triste Figura, el sin par don Quijote de la Mancha.
	Por eso, esperó con paciencia a que todos lo visitaran, le dijeran que jurara esto y lotro, y después se arrebujó en sus sábanas, cerró los ojos, fingió dormir. Apenas se dio cuenta que estaba solo, sin hacer ruido se incorporó y siguiendo su plan saltó por la ventana.
	No tenía arreos caballerescos todavía, ni montura. Ya se las arreglaría.
	Cerca de allí vivía un hombre que se dedicaba a la crianza de cerdos. Aquel día los había dejado sueltos, mientras limpiaba las zahúrdas. Era una piara de grandes marranos. Don Alonso, en su mentalidad de Quijote, los confundió con enemigos. No llevaba lanzas ni armadura y se les lanzó a los puros puños. Tal vez logró golpear a uno o dos. La piara se le enfrentó, como si fuera un solo animal, y sin gran esfuerzo lo tumbaron, le pasaron encima (una pezuña en el ojo, otra en la boca, una más en los genitales, una en la garganta…), lo llenaron de lodo pestilente, lo asfixiaron.
	El porquero alcanzó a oír alguna palabra suelta, algún reclamo de ayuda. Cuando llegó vio al anciano lodoso, muerto. Sansón Carrasco andaba cerca y se hizo cargo de todo: llevó el cadáver, lo lavó y lo puso al final, limpio, vestido y peinado, sobre la cama. 
        Pareció para los familiares y amigos que don Alonso había entregado su alma en paz (“quiero decir que se murió”) y que la pluma con que se escribieron sus aventuras había quedado muda para siempre. Que así sea.

[Evidentemente, este final que he inventado no modifica en esencia el deceso del Quijote, sólo le agrega otra muerte. La idea me vino de algo que comenta Borges, en Borges, de Adolfo Bioy Casares. El título es un juego con el título de una célebre novela breve de Jorge Amado: La muerte y la muerte de Quincas Berro Dágua.]

Ilustración: Héctor Ventura.
Ilustración: Héctor Ventura.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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