Polvo del camino. 176. Ellél. Héctor Cortés Mandujano

                        
Polvo del camino/176
                                   Ellél
                               (Minificción)
                           Héctor Cortés Mandujano

                                              La divina estaba desnuda.
                                           Rosa y nardo dieron su olor…
                                        Mi alma estaba extasiada y muda, 
                                             y en el sexo ardía una flor

                                                            Rubén Darío,
                                             en “La hembra del pavo real”


La muchacha vivía sola, en las afueras, y desde su ventana vio a un joven que iba hacia su casa. No sabía cómo se llamaba, pero ya lo había visto y le gustaba su modo de vestirse: camisas de grandes flores, pantalones extraños, ceñidos; cabello largo. Le gustaba él.
	Lo veía, a veces, y le hubiera gustado hablarle, tocarlo, conocerlo.
	Oyó el toquido de la puerta y fue a abrir.
	—¿Diga?
	Hasta ese momento no había visto sus ojos tan de cerca. Le encantaron.
	—¿Puedo pasar?
	—Adelante.
	Lo guio hasta el comedor. Le ofreció asiento y el muchacho, con un gesto de manos, le hizo saber que estaba bien de pie. Ella dijo:
	—¿En qué le puedo ayudar?
	El muchacho dijo, pareció, un discurso ensayado.
	—Mire, no quiero quitarle mucho tiempo. Sé que le gusto. Vine a hacerle el amor. Lo haremos sólo si usted está de acuerdo...
	—¿Qué quiere que haga?
	—Desnudarse, tenderse.
	—¿No le molesta que lo haga sobre esta mesa?
	—No.
	Ella se quitó la bata de entre casa y quedó casi desnuda. No traía puesto sostén. Se quitó la última prenda y vio que el hombre se había bajado los pantalones y mostraba su falo erecto.
	Se acostó sobre la mesa y no vio que el hombre se desnudó por completo. Se montó en ella. Las caras quedaron una contra otra. Se besaron.

El joven cerró los ojos unos instantes previos a la eyaculación. Sintió un placer intenso y gimió con fuerza, como si vaciarse de esperma le doliera. En el sexo ardía una flor. Cuando pudo ver, notó que la mujer no estaba. Bajó de la mesa y fue hacia lo que suponía el cuarto. Frente al espejo de cuerpo completo se vio y no se asombró al notar que se había convertido en ella, en la muchacha, completamente.
	Fue hasta el comedor y recogió la minúscula prenda, que se puso de nuevo. Tomó la bata (qué raro, también habían desaparecido los pantalones, la camisa, la ropa masculina) y la deslizó sobre su cuerpo.
	En ese momento vio por la ventana a un hombre joven, cuya ropa le gustaba, cuyo ser le atraía, que venía rumbo a su casa. Se acomodó los cabellos. Oyó el toquido en la puerta y fue con rapidez a abrir…

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz.
Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz.




*Sobre el autor:

Héctor Cortés Mandujano

Narrador, dramaturgo y periodista cultural

Finca El Ciprés, Villaflores, Chiapas, 1961.

Sus publicaciones, una amplia colección, abarcan varios géneros: Cuento, dramaturgia, novela, relato, ensayo y varias coautorías. Ha sido antologado en libros y revistas especializadas.

Aunque desde hace varios años se ha abstenido de participar en concursos y convocatorias, tiene varios premios y reconocimientos por su actividad literaria, mencionamos algunos: Premio Puerta 2010 al Mejor Dramaturgo, otorgado por la Asociación de Periodistas Culturales de Chiapas “Trozos de sol”; Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, con Aún corre sangre por las avenidas (2005); Premio Estatal de Novela Breve Emilio Rabasa, con Vanterros (2004).

Lo puedes seguir en su columna Casa de citas.

Correo electrónico: hectorcortesm@gmail.com

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