De faros y foros. MAMA, I’M COMING HOME. Luis Daniel Pulido

Fotografía: onat çipli: https://www.pexels.com/photo/neon-sign-on-a-brick-wall-15463194/

MAMA, I'M COMING HOME

Fui un niño solitario. Conocí la violencia dentro de lo que era mi casa. Ocho años, apenas, por un par de miserables, “dos hermanos” horribles, la parte chiapaneca. Me replegué en mi imaginación: mis propias reglas, mis silencios, mi ausencia de esta tierra. Conocí el rock y he sido feliz con esa música. Tuve amigos dentro de esos escenarios, crecí con ellos. Me salvaron. Hoy murió Ozzy Osbourne, el Príncipe de las Tinieblas; con él brinqué, sané, fui realmente feliz. Ningún terapeuta y ningún psicólogo hizo más que él por mí.

All Boys!

Descansa en paz, gordo querido

Luis Daniel Pulido

Yo soy el buzo, tú la estatua, no lo olvido jajaja. Se me olvidó: saludos al gran Roger.


Sobre el autor:

Luis Daniel Pulido (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas).

Ha publicado los libros Pollito Card, UNICAH; Prohibido degollar patos, Editorial Almada Broders; Nunca sonrías a Optimus Prime, Espejitos de papel Editores, Puerto Rico; Bruce Wayne y la generación X (un concierto de rock para Chulpan Khamatova); Baxter Memories (vida y obra de Víctor Von Doom), Tifón editorial. Lo puedes seguir en su Blog poético Popotitos 22.

Desde la buhardilla. 3. Me abro al cierre. Gabriel Mendoza García

Me abro al cierre

Cual dinámica fluvial, el año ha transcurrido. Como muchos otros, como casi todos. Entre procesos de erosión y sedimentación; de la hidrósfera a la atmósfera, de aquí a la litósfera y, nuevamente, al abrazo de las aguas continentales. Hemos nadado contracorriente en ocasiones, pero siempre aferrados al tronco de la fe.
2024 comenzó con muchas sorpresas, pero, sobre todo, con grandes apuestas lanzadas al destino. Esperanza férrea como moneda de cambio y un temple imbatible como escudo. Así, los calendarios recorrieron sus páginas, repletas de jornadas tachadas y promesas olvidadas. Y llegó la lluvia, y llegó la noche; los ángeles lloraron diluvios sobre nosotros. El caos, como la humedad, siempre encuentra cómo infiltrarse en el alma y en los días más luminosos. Sin embargo, aquí seguimos, disfrutando de lo aprendido, porque, como he dicho antes, hay años para forjar éxitos y fortunas, y otros para forjarse el carácter. Nada puede ser tan malo cuando las recompensas se manifiestan como lecciones duras, pero necesarias. ¿Qué sería de nosotros sin una luna de sangre que ilumine nuestro rostro con carmín en noches de vigilia involuntaria?
No vale la pena hacer un balance de buenos y malos momentos, pues esos se irán revelando en fotografías: imágenes mudas y sordas, incapaces de transmitir, entre miradas y sonrisas, las historias que guardan en silencio. Es hora, entonces, de dar las gracias. A aquellos que fueron antorchas en la oscuridad. A quienes se convirtieron en mentores, compañeros de trinchera y aliados inesperados.
La primera persona a la que debo agradecer es a mi madre. Con paciencia y el cariño que uno siempre anhela, me tiende su mano y me dice que no debo preocuparme por el futuro, porque, tarde o temprano, las aguas que abandonan el río regresan a su cauce. Con sus hermosos ojos verdes, me cobija y protege contra un mundo inclemente. Irónico resulta que, a mis cuarenta años, debería ser yo quien la cuidara y protegiera. Pero así es la vida: un vaivén constante que, con una sonrisa, acepto como parte del devenir.
Mi padre merece también mi agradecimiento, desde luego. Desde su trinchera, no tan lejana, sigue creyendo en mí. Aunque no soy una copia exacta de él, aunque no viví sus mismas luchas, está orgulloso de este ser que soy, con mis propias historias y conflictos. Agradezco tenerlo todavía como una figura que inspira y, con su porte imponente, me recuerda que soy capaz de enfrentar cualquier desafío que se presente.
Un agradecimiento muy especial a una persona que, a lo largo de doce años, ha creído en mí y en lo que tengo que decir, que, pese a encuentros, desencuentros y reencuentros, el cariño permanece intacto. El hacedor de milagros que ya todos conocen y pocos valoran, que no quita el dedo del renglón cuando se trata de impulsar, dejándose la piel en cada compromiso con sus autores y colaboradores, no dejando nada para él la mayoría de las veces. Mi editor, Manuel Pérez-Petit, que no importa si sea Sediento o Almuzara, o lo que venga, siempre confiaré en tu sabiduría y conocimiento, no sólo del tema editorial, sino del mundo que nos asola. Vaya zapatos que tendrá que llenar quien sea que venga después.
Debo darle las gracias a una persona que me dedicó gran parte de su tiempo, su cariño y sus caireles. Ese tiempo es impagable, pero jamás será desperdicio, y eso no está a discusión, pues las horas que se invierten en amar, son horas que alimentan el alma, no importa si son una o dos, o mil; importan, sencillamente. No diré más porque respeto lo cíclico, lo efímero y lo sempiterno, por ello concluyo con esta frase: “Ayer la pude ver, atreviéndose a vivir, enfrentando al mundo y sin miedo a ser feliz”. Que el amor y el bien siempre iluminen tus senderos de buenaventura.
Es importante recalcar que también este año descubrí a uno de mis mejores amigos, que ya se encontraba en mi horizonte desde hace muchos ayeres, pero que su apoyo apareció de forma inesperada, como una espada valiosa que se unía a la batalla, aquel que porta a Excalibur en el momento más crítico. Después de encontrarme enlodado por tormentas pasadas, Jorge Vargas me dio la mano en plena oscuridad. Y sin él, no estaría, quizá, escribiendo esto. Estaría, probablemente, seis metros bajo ya saben dónde.
Quiero agradecer a mi mejor amiga, que quizá yo no sea su mejor amigo, pero ella sí lo es de mí, una confidente incondicional, una estrella submarina en forma de Perla que siempre está iluminando la vida de todos, guardándose poco de ese brillo para ella, y que se merece mucho más de lo que cree. No tengo mas que palabras afectuosas hacia ella, por creer en este irredento remedo de ser humano, que, como ella dice: un toro en cristalería, hace lo que puede con lo que tiene.
Christian Vizuet es otra de esas personas que pocos pueden presumir tener como amigo, pues siempre aparece de la nada y te saca una sonrisa. Es de esas personas que están, y cuidado de darlo por sentado, que en cualquier momento su talento nos lo arrebata de la mundanidad y se volverá alguien tan ocupado en lo que merece hacer y estar, que difícilmente, podremos recurrir a este Pepe Grillo moderno. Si no tienes alguien que te grite “¡Hurra!” desde bambalinas, lo siento por ti.
Gracias al Círculo de Contención de Señoras que se formó en los últimos meses del año, cenáculo de talentos, pero, por encima de todo, de buenos corazones y brazos fuertes dispuestos a luchar los unos por los otros, desde la valiente y sorprendente Valkyria; el astuto, inquieto y virtuoso Elfo, y la encantadora y vivaz Barda, dispuesta a cruzarse el carril del metrobús si la ocasión lo amerita.
Gracias a mi fiel e incondicional audiencia de cada viernes en Alcance Tendencia Radio, que también han sido un enorme círculo e apoyo, de terapia grupal, en donde se hace catarsis global mientras nos deleitamos con melodías inefables y fraternidad. Mis queridos fraters, sin ustedes, todo sería nada.
Agradecimientos especiales a mis colaboradores de locuras, aquellos que tienen que soportar al toro de lidia que trata de abrirse paso en la cristalería, que tira una cosa por tratar de poner a salvo otra y después se llena de culpa y luego de ira y luego de resignación. Ese soy, gracias por tanto Juan Antonio, Carlos, Pablo y Pedro, y perdón por tan poco.
Otro agradecimiento especial a mi querido Manuel Salazar, quien me llevó de viaje a San Luis Potosí, sitio en el que pasó uno de los mejores momentos de este año tan turbulento. Por su amistad sincera y por ser una de mis personas favoritas de este periodo.
A mis hermanos, a mis gatos, a mi perro y a todos los artistas que me llenan de inspiración y combustible para seguir adelante día tras día.
Y, por último, pero no menos importante, a la única persona que siempre ha tenido todos los motivos para odiarme, y que, durante estos 365 días, hizo posible que, en mis días más oscuros, tuviera algo que desayunar. De nuevo, gracias por tanto y perdón por tan poco, tan nada, tan malo.

Y un no gracias a dos personas en específico, que ni por asomo mencionaré aquí ni nunca jamás, pues sus nombres los he escrito en un papel para después quemarlos esta noche. Sin insultos ni maldiciones, sólo deseos de no volverlos a ver, como una pesadilla que se acaba, nubarrones de verano que se esfuman con los destellos mortecinos del otoño y, congelados posteriormente en el invierno. Deseo que sus memorias sirvan de abono para nuevas flores en primavera, unas muy distintas a ustedes. Mi deseo para ustedes es que no dañen a nadie más, ni siquiera a ustedes mismos. Que Dios los bendiga, yo ya les dije adiós.

Así, me abro al final de todas las cosas. Al colofón de un año complicado. A la promesa de un nuevo inicio, siempre aguardando como agua para el sediento. Y yo estoy ansioso por beberme el mar.

Gabriel Mendoza García
@megaescritor

30 de diciembre de 2024



Ilustración: Proporcionada por Gabriel Mendoza García

Sobre el autor:

Gabriel Mendoza García (Ciudad de México, 1984) escritor y creador de videos y contenido en redes sociales, fundamentalmente en la actualidad a través de la plataforma Alcance Tendencia Mx. Fan acérrimo del dúo musical europeo Lacrimosa, quienes representan su mayor fuente de inspiración, desde niño destacó por centrar sus esfuerzos cognitivos en mundos imaginarios y por valerse de su sensibilidad. Su primer intento literario fue El Oráculo de Gaia, una reinterpretación de El Señor de los Anillos, de la cual no queda ninguna evidencia. Su verdadera encomienda personal con la literatura es la saga Sofía, la única que tiene como epicentro la Ciudad de México, una obra coral, apocalíptica, empapada de misterio, acción, suspenso, drama, mitología, ciencia ficción, acción y aventura que, al modo de la mítica serie de televisión Lost, se centra en sus personajes y que comenzó a fraguarse en el otoño de 2007, cuyo primer fruto es Emanación. Es miembro del comité editorial de Almuzara México.

Desde la buhardilla. 2. El retorno del soñador. Gabriel Mendoza García

Ilustración: Gabriel Mendoza García

El retorno del soñador

Escribo esto mientras suena Hold On Tight de la Electric Light Orchestra, tema recomendado por un viejo amigo que, curiosamente, siempre tiene las palabras adecuadas ante la adversidad. Y no es secreto que llevo varias semanas con la incesante idea de abandonar el camino de las letras. Lo mencioné en mi entrada anterior: decidí, irrevocablemente, seguir adelante. Fue Puccini quien me permitió enfrentarme al espejo y detener en seco esos pensamientos derrotistas. No obstante, hoy encontré una razón más para abrazar el sendero que inicié, de forma inconsciente e intuitiva, hace ya 20 años.

Mmm, hold on tight to your dream, yeah
Hold on tight to your dream, yeah


Esta mañana llegó a mis manos —de la forma más aleatoria y absurda posible— un ejemplar de El Retorno del Rey, la tercera parte de El Señor de los Anillos (sobra citar al autor; todos saben de quién hablo). Es una edición mexicana de Minotauro de 1993. Al principio, estuve tentado a dejar que ese libro prosiguiera su errático destino hacia las manos de algún coleccionista, un curioso, o quizás un lector distraído. Sin embargo, al hojear las primeras páginas, descubrí un dato que me golpeó el pecho con un significado inexplicable: la primera edición de ese libro data de mayo de 1984, el mes y el año en que nací.

When you see your ship go sailing
When you feel your heart is breaking
Hold on tight to your dream


Casualidad, sí, probablemente. ¿Coincidencia? No lo sé. Alguien dijo alguna vez que uno no debe confundir coincidencias con destino. Lo más seguro es que no haya nada mágico en ese hallazgo, pero para mí lo significa todo. Mi trilogía favorita, la que me empujó a escribir por primera vez en aquella oficina de diseño arquitectónico donde pasaba horas sin nada que hacer —corría el año 2004—, me ha dado una bofetada en el rostro. Una que me exhorta, con brutal claridad, a no claudicar, a tener fe en mí mismo y a confiar en el proceso.

Hmm, it's a long time to be gone
Oh, time just rolls on and on (hold on)
When you need a shoulder to cry on
When you get so sick of trying
Just-a hold on tight to your dream


En el colofón de mi novela publicada por Almuzara México, se menciona que mi primer intento literario fue algo titulado El Oráculo de Gaia, una obra de la que no queda prueba alguna —y qué alivio me provoca eso—. Aquella historia no fue más que mi versión propia de El Señor de los Anillos, una novela breve, escrita en menos de 200 páginas de Word y almacenada en un disquete que hoy sería un objeto de museo; ningún lector óptico moderno podría revivirlo. ¿Por qué escribir mi versión de una obra universal, sagrada e intocable? Porque tenía apenas 20 años y no veía nada de sacrílego en contarme a mí mismo una historia, una versión moldeada con fragmentos propios, personajes nuevos y situaciones distintas. El Oráculo de Gaia no tenía hobbits, por ejemplo. No es que los deteste, pero a esa edad mis intereses giraban en torno a héroes irredentos, dilemas maniqueos, los conflictos del amor imposible y la búsqueda desesperada de la aprobación de una doncella inalcanzable. Escribí esa historia para mí, sin intención alguna de mostrarla al mundo. Y aunque jamás saldrá a la luz, no me arrepiento de su concepción. Sin proponérmelo, aquella narración me puso en el camino de la escritura, un camino que decidí recorrer de fondo en 2007, con una historia que llevaba años atormentándome la cabeza.

When you get so down that you can't get up
And you want so much, but you're all out of luck
When you're so downhearted and misunderstood
Just over and over and over you go


Hoy vuelvo a revisitar la trilogía cinematográfica de Peter Jackson (mis películas favoritas, indiscutiblemente) y no puedo evitar que la emoción me consuma hasta las lágrimas —síntoma inequívoco de que me estoy haciendo viejo, o quizás, más sensible—. Pero es precisamente esa emoción la que me impulsa a querer contar mi historia. Tolkien me ayudó a sentir esta pasión visceral por las letras; sus hobbits, elfos, enanos, orcos y hombres le dieron sentido a mi vida. Y aunque no hay seres de esa naturaleza en mis obras, ni tampoco un universo alterno, mágico o abrumador, lo que escribo está infectado de una realidad más cruda de la que yo mismo quisiera. Incluso en la ficción, mis páginas transpiran verdad. Si algo abunda en mi obra, es la pasión.

Accroche-toi à ton rêve
Accroche-toi à ton rêve
Quand tu vois ton bateau partir
Quand tu sens ton coeur se briser
Accroche-toi à ton rêve


Nací un 5 de mayo de 1984 en la Ciudad de México. El colofón de la trilogía fue editado por primera vez en México en ese mismo mes y año. Este ejemplar llegó a mí de la nada: mi madre lo tenía sobre su mesa de ventas, como si fuese un libro cualquiera, sin saber cómo había llegado ahí. Podría haber terminado en manos de cualquiera por apenas treinta pesos. Pero no. Aparecí yo, y lo descubrí. Allí estaba, una joya olvidada que mi madre exhibía con la indiferencia de quien vende ropa usada. Si eso no es una señal de que debo seguir escribiendo —a pesar de ser el peor autor de mi editorial, a pesar de no tener un solo centavo para pagar las cuentas ni las deudas, a pesar de sentirme estancado en esta vida—, entonces, ¿qué le atribuimos? ¿A una simple coincidencia? No, me niego rotundamente a creerlo.

When you get so down that you can't get up
And you want so much, but you're all out of luck
When you're so downhearted and misunderstood
Just over and over and over you go


“Es como en las grandes historias, Sr. Frodo. Las que realmente importaban. Llenas de oscuridad y peligro eran. Y a veces no querías saber el final. Porque, ¿cómo podía el final ser feliz? ¿Cómo podía el mundo volver a ser como era cuando había pasado tanto mal? Pero al final, es solo algo pasajero, esta sombra. Incluso la oscuridad debe pasar. Llegará un nuevo día. Y cuando el sol brille, brillará más claro. Esas eran las historias que se quedaban contigo. Que significaban algo, incluso si eras demasiado pequeño para entender por qué. Pero creo, Sr. Frodo, que sí entiendo. Ahora lo sé. La gente en esas historias tuvo muchas oportunidades de dar la vuelta, solo que no lo hicieron. Siguieron adelante, porque se aferraban a algo. Que hay algo bueno en este mundo, y vale la pena luchar por ello.”

Yeah, hold on tight to your dream, yeah
Hold on tight to your dream, yeah
When you see the shadows falling
When you hear that cold wind calling
Hold on tight to your dream
Ooh, yeah, hold on tight to your dream
Yeah, yeah, hold on tight
To your dream…


Ilustración: Gabriel Mendoza García
Ilustración: Gabriel Mendoza García

Sobre el autor:

Gabriel Mendoza García (Ciudad de México, 1984) escritor y creador de videos y contenido en redes sociales, fundamentalmente en la actualidad a través de la plataforma Alcance Tendencia Mx. Fan acérrimo del dúo musical europeo Lacrimosa, quienes representan su mayor fuente de inspiración, desde niño destacó por centrar sus esfuerzos cognitivos en mundos imaginarios y por valerse de su sensibilidad. Su primer intento literario fue El Oráculo de Gaia, una reinterpretación de El Señor de los Anillos, de la cual no queda ninguna evidencia. Su verdadera encomienda personal con la literatura es la saga Sofía, la única que tiene como epicentro la Ciudad de México, una obra coral, apocalíptica, empapada de misterio, acción, suspenso, drama, mitología, ciencia ficción, acción y aventura que, al modo de la mítica serie de televisión Lost, se centra en sus personajes y que comenzó a fraguarse en el otoño de 2007, cuyo primer fruto es Emanación. Es miembro del comité editorial de Almuzara México.

Desde la buhardilla. 1. Puccini no se equivocó. Gabriel Mendoza García

Puccini no se equivocó
Por Gabriel Mendoza García

Ha transcurrido un año desde que firmé el contrato de mis sueños, aquel acuerdo entre una editorial y un autor que selló la promesa de publicar un libro, mi libro. La primera entrega de una saga que, como he repetido hasta el cansancio, lleva 17 años gestándose. Diecisiete años buscando su camino, intentando conquistar un público esquivo, sin cosechar frutos hasta ahora.
No escribo estas palabras para quejarme del sistema ni de las convenciones sociales. Lo hago desde un lugar más íntimo, desde la desilusión que implica confiar ciegamente en uno mismo y en sus ideas. Se dice que quien no cree en sus ideas es porque no son buenas. Entonces, ¿qué dice de mí haber apostado casi dos décadas a una historia que creí digna de contarse, pero que, al parecer, no lo es para el mundo?
Cuando llegó la oportunidad de estar con una editorial de nivel comercial, una capaz de poner mi obra en todas las librerías del país, pensé que finalmente mi saga alcanzaría su destino. Sin embargo, los números no mienten: este libro, el libro de mis sueños, ha sido el menos vendido de 2024. Aquí es donde mis detractores encuentran argumentos para mofarse. Que lo hagan, incluso invito la primera ronda.
Desde 2007, todos los trabajos que he tenido fueron apenas un mientras, simples estaciones de paso. Usé horas laborales para escribir, editar y corregir, siempre viendo en mi historia un Norte inmutable. Apostarlo todo por una idea puede parecer un error, pero ¿qué sentido tendría no intentarlo?
Este 2024 ha sido un año de fe: fe en mí, en mi obra, en la promoción de mi libro, en la certeza de que mi momento había llegado. Pero hoy, a mis 40 años, me encuentro sin ingresos, sin un trabajo estable, sin una carrera profesional consolidada. Si me preguntan cómo vivo, la respuesta es simple: vivo.
La frase de Amélie nunca había resonado tanto en mí: Son tiempos difíciles para los soñadores. Y la verdad es que nunca ha sido fácil para nadie. Familiares, amigos y desconocidos, con diversas intenciones, siempre me advirtieron: Escribe, pero que sea un pasatiempo. Elegí ignorarlos, aunque tampoco me comprometí plenamente a la disciplina que exige la escritura. En mi intento de equilibrio, terminé cayendo entre dos mundos.
Por eso, cuando firmé mi contrato editorial, decidí quemar mis naves. Parafraseando a Xavier Velasco: Si me arruino y fracaso, está bien, pues para eso se queman las naves. Hoy puedo decir que arruinado estoy, sí, pero no fracasado. Sólo fracasa quien renuncia, y yo estoy en un proceso de reflexión, de maduración.
El pasado 8 de diciembre asistí a una función de La Bohème de Puccini en Bellas Artes. Un festín para el alma, pero también un golpe de realidad: la vida bohemia no es vida. Tarde o temprano, está condenada a la tragedia.
Me identifiqué con Rodolfo, el poeta que, entre dudas y desesperación, usa sus manuscritos para avivar una fogata y calentarse las manos. Su amor por el arte es tan desbordante como su complejo de insuficiencia. Puccini no ofrece consuelo: el destino del artista está siempre en una bifurcación cruel, sin matices. O el éxito o la irrelevancia. Y Rodolfo, como tantos otros, prioriza su idealismo, aunque le cueste todo. Nadie vive de la poesía, pero muchos mueren de hambre y frío por ella.
Sin embargo, por todo y a pesar de todo, no dejaré de escribir. La razón y el despecho me gritan que abandone la saga de Sofía, que arroje al fuego mis sueños de escritor. Pero el alma y el cuerpo me lo impiden. No sé, no quiero, no puedo. Y es justamente esa obstinación la que me hace creer que, por primera vez, estoy en el camino correcto.
No seré un best seller de la noche a la mañana, ni el escritor que México esperaba. Seré, al menos, alguien congruente, un navegante que, aunque maltrecho, sigue su curso hacia el Norte. La tempestad puede arrebatarme todo: las esperanzas, las oportunidades, los lugares por visitar, los momentos por vivir. Pero jamás me hará renunciar.
Prefiero morir buscando tierra firme, incluso si nunca la encuentro, que vivir como un fracasado que abandonó sus sueños.


Photo by Kevin Villavicencio Hernandez on Pexels.com

Sobre el autor:

Gabriel Mendoza García (Ciudad de México, 1984) escritor y creador de videos y contenido en redes sociales, fundamentalmente en la actualidad a través de la plataforma Alcance Tendencia Mx. Fan acérrimo del dúo musical europeo Lacrimosa, quienes representan su mayor fuente de inspiración, desde niño destacó por centrar sus esfuerzos cognitivos en mundos imaginarios y por valerse de su sensibilidad. Su primer intento literario fue El Oráculo de Gaia, una reinterpretación de El Señor de los Anillos, de la cual no queda ninguna evidencia. Su verdadera encomienda personal con la literatura es la saga Sofía, la única que tiene como epicentro la Ciudad de México, una obra coral, apocalíptica, empapada de misterio, acción, suspenso, drama, mitología, ciencia ficción, acción y aventura que, al modo de la mítica serie de televisión Lost, se centra en sus personajes y que comenzó a fraguarse en el otoño de 2007, cuyo primer fruto es Emanación. Es miembro del comité editorial de Almuzara México.

De faros y foros. 4. Acrofobia, según el hombre del barquito. Luis Daniel Pulido


ACROFOBIA, SEGÚN EL HOMBRE DEL BARQUITO

"No he presenciado milagro alguno, pero he podido comprobar que los hombres y las mujeres extraordinarios existen, y deben su carácter singular al hecho de que han partido de sí mismos para iniciar su trayectoria vital"
Peter Brook

1

El lenguaje, si eres atento y curioso, te reserva hallazgos. Hablo de la que sucede en todas partes, en los dobleces geográficos y sus circunstancias históricas, en su autonomía milenaria, en su invención de imaginarios. Pero ese lenguaje comparte vacío: el idioma. Esa caja gráfica y sonora que nos da un lugar en el mundo y por el que escribimos, hablamos, nos entendemos entre iguales. Y todo sería perfecto si no existieran los desplantes y la soberbia del ser humano, su idea y voluntad de hegemonía y conquista que provoca guerras y exilios, soledades que renuevan instintos sociales, la acrofobia por lo que nos heredaron: islas artificiales y edificios altísimos donde el lenguaje es reducido a signos personales.

2

Acrofobia, obra escrita por Roger Octavio Gómez, se desarrolla en un pequeño espacio, una especie de balsa para el náufrago, el extraño en tierra extraña que interpela desde lo más alto de un edificio a autoridades y morbosos porque eso que le permitiría conversar con otros o escribir una gran novela: el lenguaje, su idioma, ha perdido el hilo, ya no tensa ni centros ni orillas, se ha diluido en un país extraño.

Una resistencia íntima que se repliega en un hombre solitario que es asistido por otro que comparte con él, el pedacito de tierra que los vio nacer.

Nacemos bajo la insistente luz de los reflectores y a veces la vida se va en ese camino resplandeciente que te grita: vive o muere.

3

El texto de Roger Octavio Gómez va por los contornos de la derrota y sobre ese camino se dan la caída, la redención, la ternura, el idioma como río que arrastra todo, las palabras, sus ruidos, el silencio, las luces que se apagan.

4

La obra podría conllevar una elaborada pirotecnia escénica, pero escritor, director, un par de actores y un gran equipo de producción resuelven el peso, la gravedad de ese gran mar de fondo que es el escenario, y hacen de la puesta en escena una de especie de sueño. De esos donde despiertas llorando en medio de un público que aplaude de pie y grita porras a un par de extraños que cuando se baja el telón, ah, son mis amigos.

Luis Daniel Pulido


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Sobre el autor:

Luis Daniel Pulido (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas).

Ha publicado los libros Pollito Card, UNICAH; Prohibido degollar patos, Editorial Almada Broders; Nunca sonrías a Optimus Prime, Espejitos de papel Editores, Puerto Rico; Bruce Wayne y la generación X (un concierto de rock para Chulpan Khamatova); Baxter Memories (vida y obra de Víctor Von Doom), Tifón editorial. Lo puedes seguir en su Blog poético Popotitos 22.

De faros y foros. 3. Lloré, lloré, lloré. Pilar Guillén Figueroa

Cartel "Acrofobia", noviembre 2024.


Lloré, lloré, lloré
Por Pilar Guillén

Querido Roger:
(Digo querido por el cariño que sentí hacia ti en las pocas veces que convivimos en talleres o por la tarde en que conversamos sobre la coincidencia en la vida con aquél bebé que quedó momentáneamente aturdido ante el estruendo del derrumbe de una barda, frente a la casa donde yo vivía).

Sigo con regularidad al maestro Héctor, casi nunca me pierdo nada referente a presentaciones de obra, libros o escritos. Ayer fui a ver “ACROFOBIA” de tu autoría. Convinimos en hacerlo con Luis Daniel (en las repetidas ocasiones en las que antes se presentó, no había podido asistir por estar fuera de la ciudad y luego por algunos otros motivos que ya no recuerdo), el caso es que, anoche llegamos a café conejo con tiempo anticipado, degustamos un chocolatito con panecillos y se fue haciendo tiempo de la primera, segunda y tercera llamada. Nada me previno ni en forma ni dato de lo que iba a presenciar. La obra comienza y un hombre, abatido mentalmente, barre el piso. Poco a poco caemos en cuenta de su propósito de suicidarse y su porqué. Aparece en escena el ingenuo bombero que intenta rescatarlo. Su acrofobia es divertida y contrasta con la conversación filosófica que entabla con el hombre que desea renunciar a todo buscando la muerte.
Te cuento que durante los diálogos, metida hasta el tope como suelo hacer en las tramas, iba pensando a intervalos en el autor, en qué fue lo que le hizo concebir la idea de la historia, en el sentir del hombre para decidirse a renunciar a la vida y en los motivos de Jan para arriesgarse en semejante empresa aun siendo acrofóbico. Por eso al primer paso en falso de Jan, cuando estuvo a punto de caer, lancé un grito que me dejó por largo rato una risa sofocada y luego sentí vergüenza pues temí desconcentrar a los actores, pero no fue así (Aunque Héctor al final dijo que sí se sorprendieron, pues estábamos muy cerca de escenario, no se notó).
¡Qué diálogos tan maravillosos! ¡Qué sensibilidad! ¡Qué dulzura! Lloré. Me dejé sentir las lágrimas. Al final, como puntilla, fue el nombre del capitán: Carlos Ariosto. Creí le habían nombrado así después de la muerte de Carlitos, Héctor me dijo que siempre se usó ese nombre. Lloré… Lloré.

Muchas felicidades Roger, me encantó la obra, me encanta que sea tuya y la hayas logrado tan bien. Te mando un abrazo y mis deseos mejores. Sigue escribiendo por favor, para que podamos seguir disfrutando de tu ingenio.
Enhorabuena

Pilar Guillén
Tuxtla Gtz., Chiapas, México a 24 de Noviembre de 2024


Cartel "Acrofobia", noviembre 2024.
Cartel «Acrofobia», noviembre 2024.

Sobre la autora:

Pilar Guillén Figueroa. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México.

Autora antologada en el libro 8 mujeres (Editorial Tifón, 2019) y en Bruñir la palabra frente a la hoguera (Editorial Tifón, 2018). Cursó el diplomado «La literatura infantil, una puerta a la lectura», tomó talleres de lenguaje visual, lectura, interpretación lúdica de textos literarios, escritura narrativa, ilustración y encuadernación. Ha participado en diversos eventos como cuenta cuentos. Tienes estudios en enfermería y artes plásticas. Es alumna de los talleres literarios del maestro Héctor Cortés Mandujano.

De faros y foros. 2. Sobre Tesoros en el naufragio. Mónica Corzo

Fotografía: Mónica Corzo.

Sobre Tesoros en el naufragio
Mónica Corzo

Octubre 17, 2024

Antes de iniciar mi presentación, he de decir que hice una pequeña investigación de campo. Supe que hubo otros lectores y quise conocer su punto de vista. Ambos son grandes e implacables lectores. Los cito:

Tesoros en el naufragio es una novela escrita por dos escritores, dos escritores que platican mucho entre sí, como esos jóvenes en clases que no les interesa lo que dicen desde la palestra y se pierden siguiendo el vuelo de una mosca o bien se preguntan “¿Quién está ausente en Ítaca?”.
Pero a veces ambos hacen planes: uno escribe su primera obra de teatro y el otro escribe muchas, es una máquina, se inventa historias por todos lados. Pues bien, por cosas del destino o las canciones elegidas o porque no hay mejor lugar para hacer un plan que no es un plan, estos dos escritores coincidieron en un aeropuerto y quedaron de hacerla, de escribirla. Supongo que se dieron un abrazo al despedirse. Roger viajó a Guadalajara y Héctor a Berriozábal. Hubo zoom, internet Infinitum, fallas en el suministro de energía, un divorcio, una obra de teatro donde cantan unos gorditos y por fin: la novela. Que leí e hice una sugerencia (me gustaba el otro final) y no me hicieron caso y lo cambiaron. Necios. Pero el resultado es genial, porque, como una vez leí, la memoria la hacemos todos: escritores y lectores, los tesoros en el naufragio.

Luis Daniel Pulido. Poeta


El pasado es un naufragio del que no puedes escapar. Un thriller emocionante que te llevará a través del tiempo y la memoria.

Tania Corzo. Escritora

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Presentar Tesoros en el naufragio es un acontecimiento afortunado para mí, por dos razones: la primera, es porque me dio la oportunidad de leer esta novela que explora una de las formas de amistad más lindas y duraderas (algunos psicólogos aseguran que es la única y verdadera amistad): la de la infancia; y la segunda, porque los autores son estos dos hombres a los que quiero entrañablemente y admiro aún más: Héctor Cortés Mandujano, amigo y eterno maestro, con quien desde hace 20 años hemos estado juntos en un sinfín de talleres, proyectos, paseos, fiestas, charlas filosóficas, confidencias y confesiones. Una vez hasta planeamos un crimen, que nunca llevamos a cabo, pero que habría sido todo un éxito. Y Roger Octavio Gómez Espinosa, a quien me une, además de la amistad de años, enmarcada siempre en el quehacer literario, un cercano parentesco (del que estoy muy orgullosa, por cierto); y a quien admiré como escritor desde que leí su primera novela.

El que estos dos grandes y admirados míos hayan escrito Tesoros en el naufragio, para mí, ya era garantía de que iba a disfrutar enormemente esta novela, y no me equivoqué. Leí dos versiones diferentes, la primera versión se titulaba Sin concurrencia de varones, y la segunda versión ya terminada y calientita, recién salida de los hornos de Editorial Tifón, es la que hoy estamos presentando.
Las dos lecturas me atraparon. Me sumergí en la trama narrada, al principio, por la voz de su protagonista, Víctor, quien, al quedar varado en el pueblo de su infancia, se ve invadido de recuerdos, cargados de sensaciones y dudas. Una historia que, vista desde sus ojos infantiles de aquel tiempo, pareciera llena de suspenso, intriga, secretos y aventura… ¿O no sólo lo parece?, ¿sucedió?, ¿qué hay detrás de esos recuerdos escabrosos? Empieza el misterio.
Una habitación siempre cerrada, una abuela enigmática, un hermano perdido… No exagero al decir que hay un par de momentos en que la lectura obliga al lector a enderezar la espalda y poner un puntito más de atención a la trama. La historia va alternando entre el presente y el pasado, y en esa danza en el tiempo, se van mostrando los personajes de adultos y de niños. Así podemos conocer a Vero, Carlitos y Santi.
La amistad desarrollada durante la infancia, es un vínculo cómplice y libre, por eso es tan duradera, leal y sincera. ¿Llegar a la edad adulta nos salva de los miedos y las angustias?, ¿olvidamos los sueños y las fantasías de la infancia? Yo creo que no. Se presentarán de vez en vez, de manera sorpresiva, durante toda nuestra vida. Perdurarán en nuestro anecdotario íntimo y personal más preciado, para bien o para mal. Y para esto está la palomilla de la infancia. Ellos saben y lo comprenden sin que les cuentes. ¿Qué les vas a contar?, si estuvieron ahí, presentes, en cada paso, en cada momento.
Vero (un personaje con el que me identifiqué en su versión niña, y la única mujer del cuarteto de amigos), inquisidora, curiosa, con tendencia a encontrar significados ocultos en todo, la que hace las preguntas precisas y difíciles, las preguntas que todos se deberían hacer, en un momento toma la voz narrativa, nos muestra el otro ángulo de la historia. Nos hace desandar el camino andado y, como todos los caminos vistos en sentido contrario, nos muestra otro paisaje.
Santi y Carlitos, con sus personalidades tan disímbolas y contrarias, complementan y sostienen a este grupo que, a modo de cada uno, se comprenden y se apoyan sin juzgarse… De alguna manera, a pesar de la distancia, el tiempo y la vida, la vida que los lleva por distintos caminos que se cruzan de vez en cuando, del amor y desamor (porque también hay de eso en esta novela), se siguen tomando de las manos, como cuando eran niños.
¿Qué somos, si no nuestros recuerdos? Si de un momento a otro nos borraran la memoria, no queda nada. Empezaríamos de cero a construir nuestra historia, nuestra identidad. Somos nuestra memoria. Esta novela también trata de esa memoria personal que es nuestra esencia, y de la memoria compartida con quienes caminan a nuestro lado, y que se traduce en manos que nos sostienen, que nos toman y nos levantan; se trata también de esas palabras, personas e imágenes de nuestra historia personal, que nos apuntalan en momentos difíciles, de esos tesoros que siempre quedan después del naufragio y con el tiempo van adquiriendo más y más valor.
Dicen (los autores) que no fue su intención que esta novela se volviera un remover de infancias. Pero yo agradezco que así sea. Fue inevitable, al leerla, repasar también algunos momentos de mi vida con la mirada curiosa de aquella niña que bien podría ser Vero. Espero, lector, lectora, que disfrutes de este libro, que te atrape la historia, y te arrastre en un naufragio de recuerdos, y que encuentres que está ahí, en ese niño/niña, el secreto para salir a flote.
Gracias por escucharme.


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[Texto leído durate la presentación de la novela Tesoros en el naufragio, de Héctor Cortés Mandujano y Roger Octavio Gómez Espinosa, el 17 de octubre de 2024.]


Fotografía: Mónica Corzo.
Fotografía: Adriana Corzo.

Sobre la autora:

Mónica Corzo. Villaflores, Chiapas, México.

Inició su carrera profesional como Licenciada en Ciencias de la Comunicación y maestrante en Comunicación Educativa e Inteligencia Emocional. Durante su etapa de estudiante publicó algunos artículos en el semanario Este Sur.

Fue redactora en las Secretarías Técnica y de Comunicación Social del Gobierno del Estado de Chiapas. Colaboró en la elaboración del libro El nuevo rostro de Chiapas y el Diccionario enciclopédico de Chiapas, ambos publicados por el Gobierno Estatal, y dio clases de literatura y filosofía, torciendo luego el camino para convertirse en una empresaria que nunca quitó los dos pies del terreno de la literatura.

Durante los últimos veinte años ha sostenido con ahínco empedernido la existencia del Taller Literario del maestro Héctor Cortés Mandujano, de donde es la alumna siempre ausente, la admiradora fiel de sus compañeros escritores, y coautora de las novelas colectivas inéditas Norte 17 y Delta; Así como del cuento «Un mal día para suicidarse», publicado en el libro 8 Mujeres, Editorial Tifón, 2019 .

Ha incursionado en Teatro y en lecturas de atril. También es miembro activo de la Rial Academia de la Lengua Frailescana. Aunque lo suyo, suyo, es preparar el café que invita a la lectura.