De faros y foros. 2. Sobre Tesoros en el naufragio. Mónica Corzo

Fotografía: Mónica Corzo.

Sobre Tesoros en el naufragio
Mónica Corzo

Octubre 17, 2024

Antes de iniciar mi presentación, he de decir que hice una pequeña investigación de campo. Supe que hubo otros lectores y quise conocer su punto de vista. Ambos son grandes e implacables lectores. Los cito:

Tesoros en el naufragio es una novela escrita por dos escritores, dos escritores que platican mucho entre sí, como esos jóvenes en clases que no les interesa lo que dicen desde la palestra y se pierden siguiendo el vuelo de una mosca o bien se preguntan “¿Quién está ausente en Ítaca?”.
Pero a veces ambos hacen planes: uno escribe su primera obra de teatro y el otro escribe muchas, es una máquina, se inventa historias por todos lados. Pues bien, por cosas del destino o las canciones elegidas o porque no hay mejor lugar para hacer un plan que no es un plan, estos dos escritores coincidieron en un aeropuerto y quedaron de hacerla, de escribirla. Supongo que se dieron un abrazo al despedirse. Roger viajó a Guadalajara y Héctor a Berriozábal. Hubo zoom, internet Infinitum, fallas en el suministro de energía, un divorcio, una obra de teatro donde cantan unos gorditos y por fin: la novela. Que leí e hice una sugerencia (me gustaba el otro final) y no me hicieron caso y lo cambiaron. Necios. Pero el resultado es genial, porque, como una vez leí, la memoria la hacemos todos: escritores y lectores, los tesoros en el naufragio.

Luis Daniel Pulido. Poeta


El pasado es un naufragio del que no puedes escapar. Un thriller emocionante que te llevará a través del tiempo y la memoria.

Tania Corzo. Escritora

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Presentar Tesoros en el naufragio es un acontecimiento afortunado para mí, por dos razones: la primera, es porque me dio la oportunidad de leer esta novela que explora una de las formas de amistad más lindas y duraderas (algunos psicólogos aseguran que es la única y verdadera amistad): la de la infancia; y la segunda, porque los autores son estos dos hombres a los que quiero entrañablemente y admiro aún más: Héctor Cortés Mandujano, amigo y eterno maestro, con quien desde hace 20 años hemos estado juntos en un sinfín de talleres, proyectos, paseos, fiestas, charlas filosóficas, confidencias y confesiones. Una vez hasta planeamos un crimen, que nunca llevamos a cabo, pero que habría sido todo un éxito. Y Roger Octavio Gómez Espinosa, a quien me une, además de la amistad de años, enmarcada siempre en el quehacer literario, un cercano parentesco (del que estoy muy orgullosa, por cierto); y a quien admiré como escritor desde que leí su primera novela.

El que estos dos grandes y admirados míos hayan escrito Tesoros en el naufragio, para mí, ya era garantía de que iba a disfrutar enormemente esta novela, y no me equivoqué. Leí dos versiones diferentes, la primera versión se titulaba Sin concurrencia de varones, y la segunda versión ya terminada y calientita, recién salida de los hornos de Editorial Tifón, es la que hoy estamos presentando.
Las dos lecturas me atraparon. Me sumergí en la trama narrada, al principio, por la voz de su protagonista, Víctor, quien, al quedar varado en el pueblo de su infancia, se ve invadido de recuerdos, cargados de sensaciones y dudas. Una historia que, vista desde sus ojos infantiles de aquel tiempo, pareciera llena de suspenso, intriga, secretos y aventura… ¿O no sólo lo parece?, ¿sucedió?, ¿qué hay detrás de esos recuerdos escabrosos? Empieza el misterio.
Una habitación siempre cerrada, una abuela enigmática, un hermano perdido… No exagero al decir que hay un par de momentos en que la lectura obliga al lector a enderezar la espalda y poner un puntito más de atención a la trama. La historia va alternando entre el presente y el pasado, y en esa danza en el tiempo, se van mostrando los personajes de adultos y de niños. Así podemos conocer a Vero, Carlitos y Santi.
La amistad desarrollada durante la infancia, es un vínculo cómplice y libre, por eso es tan duradera, leal y sincera. ¿Llegar a la edad adulta nos salva de los miedos y las angustias?, ¿olvidamos los sueños y las fantasías de la infancia? Yo creo que no. Se presentarán de vez en vez, de manera sorpresiva, durante toda nuestra vida. Perdurarán en nuestro anecdotario íntimo y personal más preciado, para bien o para mal. Y para esto está la palomilla de la infancia. Ellos saben y lo comprenden sin que les cuentes. ¿Qué les vas a contar?, si estuvieron ahí, presentes, en cada paso, en cada momento.
Vero (un personaje con el que me identifiqué en su versión niña, y la única mujer del cuarteto de amigos), inquisidora, curiosa, con tendencia a encontrar significados ocultos en todo, la que hace las preguntas precisas y difíciles, las preguntas que todos se deberían hacer, en un momento toma la voz narrativa, nos muestra el otro ángulo de la historia. Nos hace desandar el camino andado y, como todos los caminos vistos en sentido contrario, nos muestra otro paisaje.
Santi y Carlitos, con sus personalidades tan disímbolas y contrarias, complementan y sostienen a este grupo que, a modo de cada uno, se comprenden y se apoyan sin juzgarse… De alguna manera, a pesar de la distancia, el tiempo y la vida, la vida que los lleva por distintos caminos que se cruzan de vez en cuando, del amor y desamor (porque también hay de eso en esta novela), se siguen tomando de las manos, como cuando eran niños.
¿Qué somos, si no nuestros recuerdos? Si de un momento a otro nos borraran la memoria, no queda nada. Empezaríamos de cero a construir nuestra historia, nuestra identidad. Somos nuestra memoria. Esta novela también trata de esa memoria personal que es nuestra esencia, y de la memoria compartida con quienes caminan a nuestro lado, y que se traduce en manos que nos sostienen, que nos toman y nos levantan; se trata también de esas palabras, personas e imágenes de nuestra historia personal, que nos apuntalan en momentos difíciles, de esos tesoros que siempre quedan después del naufragio y con el tiempo van adquiriendo más y más valor.
Dicen (los autores) que no fue su intención que esta novela se volviera un remover de infancias. Pero yo agradezco que así sea. Fue inevitable, al leerla, repasar también algunos momentos de mi vida con la mirada curiosa de aquella niña que bien podría ser Vero. Espero, lector, lectora, que disfrutes de este libro, que te atrape la historia, y te arrastre en un naufragio de recuerdos, y que encuentres que está ahí, en ese niño/niña, el secreto para salir a flote.
Gracias por escucharme.


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[Texto leído durate la presentación de la novela Tesoros en el naufragio, de Héctor Cortés Mandujano y Roger Octavio Gómez Espinosa, el 17 de octubre de 2024.]


Fotografía: Mónica Corzo.
Fotografía: Adriana Corzo.

Sobre la autora:

Mónica Corzo. Villaflores, Chiapas, México.

Inició su carrera profesional como Licenciada en Ciencias de la Comunicación y maestrante en Comunicación Educativa e Inteligencia Emocional. Durante su etapa de estudiante publicó algunos artículos en el semanario Este Sur.

Fue redactora en las Secretarías Técnica y de Comunicación Social del Gobierno del Estado de Chiapas. Colaboró en la elaboración del libro El nuevo rostro de Chiapas y el Diccionario enciclopédico de Chiapas, ambos publicados por el Gobierno Estatal, y dio clases de literatura y filosofía, torciendo luego el camino para convertirse en una empresaria que nunca quitó los dos pies del terreno de la literatura.

Durante los últimos veinte años ha sostenido con ahínco empedernido la existencia del Taller Literario del maestro Héctor Cortés Mandujano, de donde es la alumna siempre ausente, la admiradora fiel de sus compañeros escritores, y coautora de las novelas colectivas inéditas Norte 17 y Delta; Así como del cuento «Un mal día para suicidarse», publicado en el libro 8 Mujeres, Editorial Tifón, 2019 .

Ha incursionado en Teatro y en lecturas de atril. También es miembro activo de la Rial Academia de la Lengua Frailescana. Aunque lo suyo, suyo, es preparar el café que invita a la lectura.