Héroes públicos
Soñar despierto se ha normalizado tanto… Es un síntoma infectado de cotidianeidad. Damos por sentadas esas ideas maravillosas, descartándolas de antemano por su aparente imposibilidad. No, peor aún: asumimos que son solo sueños, y los sueños, sueños son. Pero eso no debería inquietar a nadie. Conseguir lo que se desea con el corazón es posible, aunque requiere empeño, disciplina, dedicación y trabajo. Sin embargo, no todos están dispuestos a pagar ese precio.
Ahora bien, todo esto no aplica para quienes nacieron bajo el estigma de una condición impuesta por voluntades ajenas. Niñez trastocada por una caducidad anticipada. ¿Quién puede negarles el derecho a soñar? Lo único que les queda es precisamente eso: la esperanza de ser la excepción a la regla. La esperanza de que, en este mundo, aún se puede creer en los milagros.
Eso fue lo que atestigüé en decenas de ojos iluminados por el sol.
«Queremos estar en el sol», dijeron, cuando, por prudencia, les pedimos que permanecieran en la sombra para evitar quemarse.
Confieso, con el corazón incendiado, que nunca le di importancia al sol. Desde pequeño di por sentado su brillo y su calor. Pero lo que yo piense sobre él es irrelevante. Lo que importa es entender cómo, para esos niños, el sol lo es todo.
Artistas en toda la extensión de la palabra. Artesanos también. Vi en sus obras —tareas que les encomiendan en el centro donde acuden— una mirada de esperanza pintada en colores y matices. No, analizar su pasado tormentoso, a menudo ignoto, es ocioso. Aquí se trata de vislumbrar las ganas que tienen de vivir.
Todos ellos se han inmortalizado en sus pinturas y creaciones. Todos y cada uno merecen vivir muchos años. Merecen no ser invisibles ante la amarga rutina. No nos olvidemos de ellos.
Podrán estar rotos por dentro en lo que respecta a la salud, pero en sus sonrisas atestigüé que están más enteros del alma que muchos de nosotros.
No pretendo ser ejemplo de nada. Lo más probable es que no lo sea. Pero sí puedo jactarme de mi empatía y del deseo genuino de que otros estén mejor. Por eso decidí compartir esto. No me interesa dar clases de moral ni convertirme en modelo de virtud. Solo quiero invitar a la reflexión, a apelar a esa empatía que todos albergamos en ese nudo en la garganta cuando se trata de corazones rotos.
Y que esto sirva también como un agradecimiento a la fundación altruista Héroes Públicos, quienes llevan más de diez años realizando estas misiones desinteresadas, con un único propósito: recordarles a los enfermos y olvidados que el sol sigue ahí afuera. Impaciente. Ansioso por volver a iluminar sus rostros y asegurarles que siempre, siempre hay esperanza.
Gabriel Mendoza García

Sobre el autor:
Gabriel Mendoza García (Ciudad de México, 1984) escritor y creador de videos y contenido en redes sociales, fundamentalmente en la actualidad a través de la plataforma Alcance Tendencia Mx. Fan acérrimo del dúo musical europeo Lacrimosa, quienes representan su mayor fuente de inspiración, desde niño destacó por centrar sus esfuerzos cognitivos en mundos imaginarios y por valerse de su sensibilidad. Su primer intento literario fue El Oráculo de Gaia, una reinterpretación de El Señor de los Anillos, de la cual no queda ninguna evidencia. Su verdadera encomienda personal con la literatura es la saga Sofía, la única que tiene como epicentro la Ciudad de México, una obra coral, apocalíptica, empapada de misterio, acción, suspenso, drama, mitología, ciencia ficción, acción y aventura que, al modo de la mítica serie de televisión Lost, se centra en sus personajes y que comenzó a fraguarse en el otoño de 2007, cuyo primer fruto es Emanación. Es miembro del comité editorial de Almuzara México.