Desde la buhardilla. 6. Hay que matar al gusto. Gabriel Mendoza García

Hay que matar al gusto

Estoy profundamente cansado de los argumentos ramplones cuando se trata de enfrentarse a una obra artística. Afirmaciones atrevidas como “la película me pareció aburrida” o “la canción está mal compuesta”, resultan más comunes que corrientes en nuestra cotidianeidad. El arte, en cualquiera de sus formas, es un fenómeno profundamente subjetivo. La música, el cine, la literatura, la pintura y otras expresiones artísticas están sujetas a la percepción individual, la cual se ve influenciada por una multitud de factores personales y socioculturales. Sin embargo, el gusto personal no debe confundirse con una evaluación objetiva de la calidad de una obra. La relación entre el gusto individual y la apreciación del arte, bajo la percepción subjetiva, no puede ni debe ser utilizada como un criterio absoluto para determinar el valor de una obra. La afirmación de que una obra es aburrida o irritante responde a la experiencia individual y no a la naturaleza intrínseca de la obra misma. Un individuo puede encontrar tedioso un libro clásico, mientras que otro puede considerarlo una joya literaria. Esta diferencia radica en factores como la formación académica, el contexto cultural y la exposición previa a obras similares. El fútbol, por ejemplo, puede resultar apasionante para algunos y tedioso para otros. La apreciación del deporte depende del conocimiento de sus reglas, la historia detrás de los equipos y el contexto competitivo en el que se desarrolla. Del mismo modo, una obra de arte puede no generar impacto en quien carece de un marco de referencia adecuado para comprenderla. A menudo, se argumenta que ciertos criterios pueden establecer la calidad objetiva de una obra. La técnica, la innovación, el impacto histórico y la influencia cultural son algunos de los factores que suelen considerarse en la evaluación del arte. Sin embargo, incluso estos criterios están sujetos a la interpretación humana y al contexto en el que se aplican. Por ejemplo, la obra de Leonardo da Vinci ha sido considerada como la cúspide del arte renacentista, pero eso no impide que haya personas que no experimenten ninguna emoción al contemplar La Mona Lisa. Esta falta de conexión emocional no invalida la relevancia de la obra en la historia del arte. Uno de los factores que más influye en la percepción del arte es la educación. La capacidad de apreciar una obra no sólo depende del talento natural del espectador, sino también de su formación. Alguien sin conocimientos musicales puede considerar la música clásica como monótona, mientras que un músico entrenado puede identificar la complejidad de las composiciones de Beethoven. La educación artística es precisamente la que permite desarrollar un sentido crítico más amplio, ayudando a distinguir entre el gusto personal y la calidad de una obra. En este sentido, la exposición a diferentes estilos y corrientes artísticas fomenta una apreciación más profunda y matizada del arte. El problema, es que no hay interés ni compromiso en empaparse, ya no digamos estudiar las diferentes corrientes del arte. El error más común en la crítica amateur es asumir que el gusto personal equivale a un juicio de calidad. Muchas veces, una persona descarta una obra simplemente porque no se alinea con sus preferencias sin considerar su valor artístico. Esta confusión se ve exacerbada en la era digital, donde las redes sociales han dado voz a opiniones carentes de fundamento crítico. Incluso las grandes obras de la historia han sido objeto de rechazo en su momento. Vincent van Gogh murió sin haber visto el éxito de su arte, y hoy es considerado uno de los pintores más influyentes. La música de Gustav Mahler fue despreciada en su época y posteriormente redescubierta como una de las más innovadoras del siglo XX. En conclusión, el gusto personal es un reflejo de la subjetividad humana y no un criterio absoluto de valoración artística. La apreciación del arte requiere conocimiento, contexto y educación. Atribuirle a una obra defectos intrínsecos basándose únicamente en la percepción individual es un error que limita la comprensión del arte en su totalidad. El debate sobre la calidad artística debe ir más allá de la simple preferencia personal y basarse en análisis críticos que consideren múltiples dimensiones de una obra. Y aquellos que, aun así, decidan fundamentar sus ideas en función de su gusto, déjenme comunicarles que también existe el “mal gusto”. En cualquier caso, es válido que te guste o disguste alguna cosa u otra, pero eso no debe impedir la relevancia de la cosa u obra, y mucho menos, debe orillar a que exista una falta de respeto. Claro, todos podemos tener una opinión, mas no todas las opiniones son respetables. Esa es una de las falacias más oportunas de nuestra realidad, querer defender el derecho a hablar fundamentado en la libertad de expresión. Pero, ese es tema de otro análisis. 

Hay que matar al gusto, sí, requisito primordial para poder alistarse en el intercambio de ideas. Concluiré con esta frase: “cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”.

Gabriel Mendoza García


Fotografía proporcionada por Gabriel Mendoza García.
Fotografía proporcionada por Gabriel Mendoza García.

Sobre el autor:

Gabriel Mendoza García (Ciudad de México, 1984) escritor y creador de videos y contenido en redes sociales, fundamentalmente en la actualidad a través de la plataforma Alcance Tendencia Mx. Fan acérrimo del dúo musical europeo Lacrimosa, quienes representan su mayor fuente de inspiración, desde niño destacó por centrar sus esfuerzos cognitivos en mundos imaginarios y por valerse de su sensibilidad. Su primer intento literario fue El Oráculo de Gaia, una reinterpretación de El Señor de los Anillos, de la cual no queda ninguna evidencia. Su verdadera encomienda personal con la literatura es la saga Sofía, la única que tiene como epicentro la Ciudad de México, una obra coral, apocalíptica, empapada de misterio, acción, suspenso, drama, mitología, ciencia ficción, acción y aventura que, al modo de la mítica serie de televisión Lost, se centra en sus personajes y que comenzó a fraguarse en el otoño de 2007, cuyo primer fruto es Emanación. Es miembro del comité editorial de Almuzara México.

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