Mi último suspiro
Hace unos días me aventé, así nomás, sin pensarlo mucho o bueno, más bien pensándolo mucho pero rápido; en que aquellos implantes viejos podrían arrojar células malignas en mi cuerpo. Me sometí a una cirugía para removerlos.
Al paso de las horas me hinché. Mi cerebro empezó a generar atrocidades surrealistas partiendo de esa hinchazón con las cuales luché un buen rato y trataba, por todos los medios posibles, de imponer la razón en mi cerebro. Salve decir que no entré a Google a ver posibles complicaciones (porque, afortunada o desafortunadamente, no veía nada). Vino mi sobrina Paloma a visitarme y, a solas, le conté sobre mis visiones. Cuando alguien no es como tú, puedes generar en aquella persona algo de… ¿Aversión, podría ser? ¿Quién puede entender a un trastornado? Otro igual. Ella es igual. Su madre (mi hermana) es práctica y nada surrealista; por suerte. Cuando aparecen ese desfile de imágenes pienso en ella, en lo que me diría al respecto gracias a su modo pragmático. No sé si pensar así sea algo monstruoso porque siempre lo he vivido. El gen que nos produce estas visiones ha saltado en zigzag y se ha introducido en mi sobrina como una larva implacable que nos hace ver más allá de lo real.
Cuando vi “Un chien andalou” de Luis Buñuel y Dalí, disfruté la posibilidad y la concreción de lo irreal.
En el libro biográfico, Mi último suspiro, escrito por Jean-Claude Carrière, uno de sus guionista, Buñuel habla de su vida en torno al surrealismo.
Debo de confesar que mientras los límites de los sueños puedan realizarse sin afectar a terceros, los disfruto. Recomiendo el libro, sin embargo, hay ciertas atisbos de pederastia que me afectan sobremanera aunque (diga) no se llevó a cabo. Acepto el libro, repruebo a Buñuel persona. Complicado. Sólo el hecho de escribirlo en su biografía me llena de asco y de coraje. Porque no creo que un pederasta diga “Soy pederasta”. Una de las obras literarias que más le gustó a Buñuel fue “Los 120 días en Sodoma” del Marqués de Sade. Yo intenté leerla y sus atrocidades sublevaron mi ética. Lo siento, no puedo evitarlo. Sé que existe el mal en el hombre pero trato de no permitir que me toque ni en una obra, prefiero no leer.
Buñuel vivió tratando de revolucionar su época. Se unió al surrealismo de Bretón. En varias circunstancias le pide dinero a su madre viuda, lo cual me parece, por más exitoso, un fracaso.
Debo confesar que en este momento no estoy “tan” hinchada pero aún así mi cerebro sigue ejerciendo con insistencia sobrepasar los límites (¡espero se detenga!) y arrinconarme, intranquila, a esas imágenes ausentes de razón.

Sobre la autora:
Ilse Ibarra Baumann. Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericanas por la Universidad Autónoma de Chiapas, México. Máster en Creatividad Literaria en Español por La Universidad de Salamanca.
En 2023 su novela Gotas de adelfa fue seleccionada por el Consejo Editorial de CONECULTA Chiapas para ser parte de su programa editorial.