La caída, de Albert Camus
Por Ilse Ibarra Baumann
Huyen el lento día y la noche serena
Mas nunca vuelven
Los tiempos que pasaron ni el amor ni la pena
El puente Mirabeau mira pasar el Sena...
Guillaume Apollinaire
en "El puente Mirabeau"
Platicamos sobre La caída dos amigas, Paloma (mi sobrina) y yo. Les comenté que me gusta el existencialismo y nos dimos a la tarea de leer este libro filosófico.
La novela es un monólogo de Jean-Baptiste, cliente asiduo del bar “México City” en Amsterdam. Ya desde ahí, a las cuatro, nos encantó el nombre del bar, y seguimos leyéndolo con más gusto. El lector poco a poco se da cuenta que el personaje tiene problemas de alcohol. Cada noche espera, en el bar, a ese parroquiano (sin rostro) para contarle parte de su vida.
La historia que cuenta ha de rondar entre los veintitantos a los cincuenta años cuando mucho.
Jean-Baptiste era abogado en Paris, guapo, seductor y altruista. Demasiado perfecto (aunque uno no olvida el título) y narcisista. Todo se derrumba una noche cuando, al pasar por el puente Mirabeau, una chica se tira al río Sena y él no hace nada por salvarla, sólo escucha el grito y sigue caminando. Ese grito lo persigue toda la obra. Su vida cambia, pierde el trabajo, se va a los excesos: sexuales, ladrón de arte… El dolor del cuerpo físico por haber tocado fondo lo hace replantearse, y ese grito es el eco de La caída. Muere por confesarse, por ser enjuiciado.
“no era posible morir sin haber confesado todas las mentiras. No a Dios, ni a ninguno de sus representantes en la tierra, ya puede usted imaginarse que yo estaba por encima de eso. No, se trataba de confesárselo a los hombres, a un amigo, o a una mujer amada, por ejemplo. De otro modo, aunque en toda una vida solamente hubiera una mentira oculta, la muerte la volvía definitiva. Nadie, jamás, conocería la verdad sobre ese punto, puesto que precisamente el único en saberlo se había muerto, se había dormido con su secreto. Todo ese asesinato absoluto de una verdad me daba vértigo.”
“La gente entonces se apresuraba a juzgar para no ser ellos mismos juzgados.”
Jean-Baptiste hizo todo para ser adulado, y nada por los demás. A la chica del Sena no la salva porque no había nadie quien lo viera.
“¡Oh muchacha! ¡Arrójate otra vez al agua para que yo disponga de una segunda oportunidad de salvarnos a ambos!”. “Una segunda oportunidad, ¿eh? ¡Qué imprudencia! Suponga, querido colega, que le tomo la palabra. Habría que pasar a los hechos. ¡Brrr…! ¡Qué fría debe estar el agua! Pero tranquilicémonos. Es demasiado tarde, siempre será demasiado tarde. ¡Afortunadamente!”
Existe un vínculo con el poema "El puente Mirabeau" de Guillaume Apollinaire.
Nos vemos en el México City.

Sobre la autora:
Ilse Ibarra Baumann. Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericanas por la Universidad Autónoma de Chiapas, México. Máster en Creatividad Literaria en Español por La Universidad de Salamanca.
En 2023 su novela Gotas de adelfa fue seleccionada por el Consejo Editorial de CONECULTA Chiapas para ser parte de su programa editorial.