Librero del uroboro. 33. Mil grullas. Ilse Ibarra Baumann

Mil grullas

Encuentro en los objetos antiguos algo de nostalgia o de cierta fantasía al imaginar su origen y su pasado. En casa tengo un armario iluminado al que le quité las tapas de madera y las puse de cristal. Dentro hay unas tazas chinas en color pastel con las orillas de oro que pertenecieron a la tía abuela (solterona) de Ana Lucía, una amiga de Pita mi hermana, cuando la tía murió y vaciaron la casa, se las regaló a mi hermana; un fósil de una hoja petrificada que cada que lo muevo (para sacudir) se pulveriza un poco más; figurillas mayas antiguas de barro (que encontró mi abuelo alemán en su deambular por este estado) y de jade (esta fue de Carlos mi hermano que murió en 1994 y la intercambió por unos lentes Ray Ban y un extra de dinero). Unos binoculares parisinos del siglo XIX que compré en un mercado de pulgas; soldaditos de plomo… Digamos que el armario es mi pequeño museo. Fabriqué la mesa de la sala para que también tuviera la misma función sólo que en ella hay papeles. Ahí tengo periódicos de la Segunda Guerra; el libro-cuaderno de aritmética de mi mamá de cuando tenía seis años (hoy tiene 86); el recuerdo de la tarjeta de bautizo de 1928 (durante los cristeros) de mi papá, en blanco y negro con el rostro de un niño de perfil que tiene las palmas de sus manitas juntas en oración…

Para poder hablar de Mil grullas de Yasunari Kawabata, premio Nobel de literatura, quise recordar mi proximidad a estos objetos que llevan tanto dentro de sí mismos, tanto que no puede verse a simple vista. Sería necesario una novela y, además, muy probablemente, sería inalcanzable. 

Kawabata crea esta novela en torno a la ceremonia del té. Cada objeto: la jarra y el tazón Shino, de porcelana de los hornos Oribe; el tazón de porcelana Kyushu de origen coreano, pertenecen a una vida de más de 300 o 400 años. 

La literatura oriental, y más la de Kawabata, pareciera que se escribe con unas pinzas alargadas, de punta fina, como si tomara de una bandeja de mármol de Carrara, una por una, cada letra negra y la pegara con delicadeza sobre unas hojas color crema. Cada escena se contiene, no sé si me explico, es como si quedara flotando en el ambiente: húmedo, entre hojas de laureles, entre sus sombras y sus flores blancas y rojas. Esta literatura es tan distinta a la occidental, que un hecho como el de que la amante del padre sea la misma del hijo y luego la hija de la amante sea la mujer del hijo (un hecho patético para mí que soy madre y tengo hijas), nosotros, los occidentales, encasillaríamos esta escena quizás en un melodrama de novela de televisa, o en un existencialismo, o en algo peor, no lo sé. Pero nunca lo veríamos color de rosa, y esta palabra tan infantil, tan dulce, se queda corta ante las palabras sutiles con las que se lee la vida sentimental de Kikuji, casi parece un hecho sano, de moral perfecta, lógica, ideal, ¡qué sé yo! 

Mil grullas hizo que yo leyera y sintiera como miran sus personajes con “un juego de miradas profundas”.

Fotografía: Ilse Ibarra
Fotografía: Ilse Ibarra




Sobre la autora:

Ilse Ibarra Baumann. Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericanas por la Universidad Autónoma de Chiapas, México. Máster en Creatividad Literaria en Español por La Universidad de Salamanca.

En 2023 su novela Gotas de adelfa fue seleccionada por el Consejo Editorial de CONECULTA Chiapas para ser parte de su programa editorial.

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