Envidia Mortal
Nadia Arce
Hay ausencias que representan un verdadero triunfo.
Julio Cortázar
Nunca mostraba expresión envidiosa alguna, ni un ápice. Su cuerpo no manifestaba nada, ni siquiera un pequeño gusto por lo ajeno. Cada que la veía, ella trataba de inculcarle la añoranza de lo otro, de lo que no tiene, de lo que no puede, de lo que no es. Y nada.
Cada mañana Esperanza sale de su casa, vestida elegantemente, tranquila. Su vehículo ni siquiera es del año. Ni gorda, ni flaca, camina tranquilamente, saca las llaves de su hermoso bolso artesanal. Alejandra la mira desde la cocina y como cada mañana dice: “¡Cómo quisiera uno de esos!”. Esperanza abre la puerta, se sube al auto pero no lo arranca inmediatamente, se toma el tiempo de acomodar el espejo (aunque no siempre es necesario), de colocar sus pertenencias (su bellísimo bolso), su té o agua. “¡Cuida tanto de su salud la desgraciada! Su termo del té es tan lindo...” Entonces Esperanza enciende la marcha y se aleja.
Si ya sé, tiene los días ocupados, todos los días trabaja en algún proyecto, tampoco tiene un empleo estable y no se le ve estresada. Su estabilidad, dice (una vez la oí presumir en una fiesta perfectamente organizada por su marido), dice que es eso mismo, no tener nada seguro, nada completamente estable, se trata de vivir confiado en lo que debe de ser: será. Y cuando dijo eso, su esposo, sí el que amorosamente le organizó la fiesta agregó: “No sé cómo lo hace, pero siempre sus proyectos prosperan”. Ay sí, como si fuera eso real, no puede todo prosperar, nada más porque lo dice él, le ha de haber dado toloache, muy fiel, muy fiel el testarudo. Tan tonto que ni siquiera ha gozado de mirar mi escote alguna vez o de tontear cuando nos topamos corriendo en el parque. ¡También él es tan saludable!. No es que los envidie, simplemente son raros... Se dice Alejandra a sí misma.
Y así cada día, Alejandra envidia a Esperanza. Alejandra es más bien bajita, rellena pero no formada, tiene atributos pero no talentos. Se luce como puede, cuanto puede y se mide a lado de su vecina, mide sus “triunfos” mide la felicidad que tiene con su marido, mide esa capacidad ausente en ella de vivir tranquila, sin estar a expensas de demostrar a otros o de ciertamente, presumir algo.
—Buenas noches Esperanza.
—Qué tal, Ale, ¿qué dices?
—No nada, nada tan bueno como tú podrás contarme. ¿Qué tal el proyecto del día?
—Nada, nada nuevo, todo va en marcha. Gracias por preguntar… debo irme, Ignacio me espera para cenar, es nuestro aniversario.
—Sí, sí, que te vaya bien (ojalá te caigas en la entrada o te haga daño la cena). ¡Feliz aniversario! Bye, bye.
—Hasta pronto vecina, ¡buenas noches!
—No le saqué nada. Ni una pista de que trae entre manos ahora. De seguro quiere seguir tranquila por el resto de sus días, no comparte y yo que quiero saberlo todo. ¿Qué van a cenar?, ¿cuántos años festejan juntos?, ¿por qué nunca oímos que se pelean? Dime, dime, ¿por qué no tienen los problemas que nosotros tenemos?
Su esposo la escucha, no le contesta nada. Un marido que en secreto quisiera tener una “Esperanza”.
Pasaron varios años. Alejandra por fin encontró un motivo para dejar de odiar a su vecina…
—No me digas, ¿cómo que está enferma? Ay pero ¿de qué? Ella tan pacifica, ¿por qué se habrá de enfermar alguien así?
—No lo sé, Ale. Pero platicamos más tarde, debo de ir por los resultados al médico.
—Ay sí, cualquier cosa aquí estoy eh.
—Gracias, muy amable vecina. ¡Hasta pronto!
—Y Me saludas mucho a Esperancita por favor.
—Sí, claro, bye.
Si yo ya sabía, que tanto equilibrio no es posible. Si es cáncer pues ya le quedarán pocos días tranquilos. ¿Y si es una enfermedad venérea? A la mejor sus “proyectitos” ¡son amantes!, Ay pobre vecino. Pero no les voy a desear el mal, pobres, ahora sí se les acabó la felicidad.
En el hospital el diagnóstico fue sencillo, un problema con la glucosa, tan solo con alimentación Esperanza podría cuidarse y mejorar. Mientras eso sucedía, Alejandra le narraba (otra vez) a su esposo el capítulo del día y su encuentro con Ignacio.
—Mujer ¿cuándo vas a dejar a los demás con sus temas y te dedicarás a los tuyos?, ojalá mejore Esperanza, no creo que sea nada grave. Siempre se le ve muy bien.
—Pues será lo que tenga que ser, como dice ella… ¿a poco te preocupa?, si es una persona tan insignificante, creo que es escritora o algo peor ¿poeta?
—Déjala en paz. Ya quisieras tú sus reconocimientos.
—Mira, nada más porque está enferma no voy a decir nada, pero qué grosero eres conmigo, ni pareces mi esposo diciéndome eso, deberías de apoyarme en todo, para eso nos casamos.
—No te voy a apoyar nunca con tu criticadera y tus juicios constantes. Te hacen mal. Pura pérdida de tiempo pero no entiendes. Haces más corajes y empleas más energía en eso que en algo productivo. Ya mejor me voy a dormir.
—Haz lo que quieras, siempre lo haces, termino de ver mi serie y me voy a la cama. Que al cabo ni me extrañas ahí…
—Sale…
—Ey… ajá.
Las palpitaciones cada vez eran mayores. Alejandra otra vez se desveló viendo novelas aunque les diga series. Se fue a dormir a lado de su paciente marido. Amaneció como cada día, pero no el corazón amordazado de Alejandra, durante la noche dejó de latir, su esposo cree que de cansancio, de coraje, de tristeza. Siempre amargada y esperando más de la vida, siempre disgustada por aquellos que no sentían envidia, como Esperanza que en esos momentos de la mañana tomaba sus pertenencias para ocupar su bolso precioso, ese que hace juego perfectamente con su outfit.
Al salir de casa, la ambulancia al pie de la puerta de Alejandra. El esposo sereno, con una expresión menguada de desconcierto y tristeza. Esperanza se acercó a él…
—¿Todo bien vecino?
—No. Resulta que de la noche a la mañana me he vuelto viudo.
—Pero, ¿cómo?
—Dicen los paramédicos que fue un ataque fulminante al corazón, murió dormida…
—Lo siento vecino, en verdad…
Los dos se quedaron en silencio, Esperanza no se atrevió a mirar directamente al interior de la ambulancia. Después de un rato, ella rompió la ausencia de palabras.
—Oye, en serio: ¿puedo apoyarte en algo? En verdad dime, no nos tratamos mucho pero siempre han sido amables con nosotros…
—No sé. Tengo la cabeza revuelta.
Esperanza cruzo los brazos, bajo la vista para darle tiempo de ordenar ideas.
—¿Sabes qué? Sí… sus parientes están lejos. Y para el funeral… no sé qué ponerle… ¿me ayudarías con la ropa?, no tengo cabeza para esas cosas, debo firmar varios papeles y…
—Claro, claro… no te preocupes.
Esperanza entró a aquella casa, guiada por el esposo afligido. Él le indicó el cuarto de la difunta, el armario, la ropa. Esperanza dejó su preciosa bolsa en la cama, eligió cuidadosamente el atuendo que pulcramente combinaría, se tomó el tiempo necesario. Sintió paz, algo de serenidad y después de meditar el fin de la vida, bendijo a su vecina por nunca meterse en sus asuntos. La imagino en otro plano, fuera de este, conociendo sensaciones distintas, entendiendo lo que nadie puede hacer o pensar o sentir estando vivo. Siempre se veía tan animada. Tendió amablemente la cama, coloco ahí la ropa. Entonces quiso escribir algo, la inspiración la arrebató inesperada, tomó su bolso, lo esculcó hasta darse cuenta de que no traía consigo ni pluma, ni papel. Se sentó frustrada en la cama observando la ropa que había elegido, ella se vería tan bien en su última presentación en público y ni siquiera tuvo que pensar en qué habría de ponerse. No sufrió ni padeció. De repente llegó una envidia tan intensa por Alejandra, por esa paz que de seguro estaría sintiendo. El corazón apretujado, fue tan rara esa sensación que nunca había vivido. Se le cayó el bolso al piso… uno de sus adorno se rompió, rodo por debajo de la cama. ¿Qué es eso de llegar al fin del camino?
Ella va paso a paso, Esperanza no sabe cuándo terminará el suyo, su andar es firme pero no ha concluido nada todavía, nada a comparación de llegar a ese último punto y finalizar la vida y morir así, plácidamente a lado de su querido esposo, dormida, tranquila.
¿Podría ser la muerte tan gentil conmigo?, quisiera morir así, se dijo.
En ese momento, en el rostro de Alejandra por fin se vio un halo de paz.
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*Sobre la autora:
Nadia Arce
Poeta, narradora, fotógrafa independiente, difusora cultural y editora.
Es fundadora y directora de El Tintero Taller Editorial, el cual ya cuenta con más de veinte
libros publicados desde poesía, cuento corto, autobiografía, novela y poesía.
Egresada el ITESO como Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Es coordinadora de talleres literarios, impartidos tanto en su país, México, como en el extranjero; es fotógrafa independiente y creadora del proyecto cultural Mil Mujeres.
Ha sido jurado de numerosos concursos literarios, como el reconocido concurso internacional de cuento: Juan Rulfo.
Fue Coordinadora del Taller Literario Elías Nandino en Cocula, Jalisco.
Reconocimientos:
●Autora seleccionada en el Calendario Literario Tiempo de Mujeres 2022 y en la publicación anual del Encuentro internacional de Poesía “Víctor Campio” de Ourense, España (2022). Además de otras publicaciones colectivas nacionales e internacionales.
● Antologada en el Diccionario de Escritores en Jalisco (2020) y Diccionario de
Escritoras en Guadalajara (2019), referenciada en la Enciclopedia de la Literatura en
México desde 2002.
● Ganadora del prestigioso concurso Cuento Corto Punto de Lectura en el marco de la
FIL de Guadalajara 2002, convocado por la editorial Punto de Lectura y el Diario
Milenio.
Obra publicada:
Cómo echar a volar mi pluma. Manual de escritura de El Tintero Taller Editorial (El tintero
Taller Ed.), 2023); Barco de palabras para soportar naufragios (2022, El Tintero Taller Ed.);
Bitácora Encendida (2019, Ed. Prometeo); Rayado Personal (2017, Ed. Serpiente de Papel);
Fuego Azul (2016, Ed. El Viaje). Brilla Palabra (2007. Ed. Cabos Sueltos); Dondequiera
poesía (2005, RAIA Editorial).