RENACIMIENTOS/ 1
Donde renace la Ola Verde
Por Nadia Arce
Renacer no es cosa de todos los días. No es algo que puedas planear, tampoco desear… se da y ya, sin esperarlo, llega o no ese momento, en el caso de que sí, todo tu mundo se transforma, -naces de nuevo- sin querer, obligado por las circunstancias. La encrucijada puede darse por un accidente, una enfermedad, algún atentado, no sé, pueden ser muchas las razones pero yo hablaré de las que he vivido, sobre todo la última, que no fue fácil de superar. Comenzaré con mi primera experiencia de muerte.
Una vez estuve a punto de ahogarme en el mar, estaba en Cuyutlán y por juguetona me fui de largo hasta donde renace la “Ola verde”, que es cada media hora o algo así, tenía ocho años y de repente sentí la marea crecer y las olas frente a mí disparaban su altura no entendía qué estaba pasando, antes todo era fluido y la marea también era juguetona como yo, el mar ahora era áspero y no fue algo de lo que tuviera consciencia así que nunca medí el peligro. El agua al principio no me sobrepasaba, las olas eran apenas espuma, así que llegué hasta esa zona de peligro fácilmente. Cuando me di cuenta el mar me abrazaba con todas sus fuerzas, me subía y bajaba en la marea como si yo fuera una muñeca sin vida, porque todos mis intentos por nadar eran absurdos, salir de aquella intensa situación marítima no tenía solución alguna para mi corta edad.
Mi papá me había enseñado a nadar y a esquivar las olas, grandes o pequeñas, así que seguí todos sus consejos, “nada con la corriente, pasa las olas por abajo o por arriba, nada con la ola, déjate llevar cuando no puedas más, el mar te sacará solito por la corriente”, al final eso hice pero, lo raro era que las olas en lugar de sacarme me subían y después me hundían con inminente poder y cuando estaba bajo el agua dejaba de respirar cada vez por mayores intervalos de tiempo y aquellos lapsos eran más asfixiantes conforme continuaban, sin que yo pudiera salir de aquella “lavadora” donde yo era la pobre ropa arrastrada en círculos mortales. Nadar era nada en medio de esas olas color vida.
Vi y sentí a la muerte tan cerca, en algún momento cuando la ola me llevaba hacía su cúspide alcancé a ver la playa, me asusté tanto porque se veía tan lejana, la gente tan pequeñita… no podía gritar la palabra completa de auxilio, apenas y salía de mi voz inundad el vocablo: “au”. Después de una lucha donde mi fracaso estaba asegurado me desvanecí, dejé que la marea hiciera lo que quisiera, ya no tenía más fuerza en mi cuerpo, mi voluntad estaba rendida también pues tampoco me quedaba aire.
Aquel día conmemoraban la muerte de algunos salvavidas, tuve mucha suerte porque estaban jugando pelota en la playa, no sé quién me vio primero, nunca supe. Sólo recuerdo que cuando sentía ya la arena del fondo del mar, y un sonido bello y tranquilizador, junto con el tacto de plantas o algas, (cosa que me maravilló) alguien tomó mi cabello y me jaló hacía arriba… no me sentía consciente, no estaba despierta pero tampoco soñaba. Cuando me di cuenta, había un caos de olas otra vez, con un montón de salvavidas que estaban difuminados entre la brisa y espuma de aquellas monumentales olas, y en medio de todo eso, haciendo una especie de fila para irme sacando de aquel infierno de agua, estaban ellos y ellas, los bien nombrados: salvavidas. Nadar conmigo no era sencillo así que entre todos hicieron esa cadenita flotante y móvil, para irme pasando de uno a otro y lograr ponerme fuera de peligro y a la vez ellos no dejarse arrastrar por las terribles “Olas Verdes” de Cuyutlán. Cuando por fin era poca la profundidad, me cargaban como costal de papas… no sé cuanto tiempo pasó para que consiguieran esta hazaña pero no fue algo tan breve, o al menos no lo recuerdo así. Creo que no fue sencillo salvarme, ellos pusieron su vida en riesgo por hacerlo, son mis héroes hasta la fecha aunque nunca supe sus nombres, tampoco recuerdo sus rostros, solamente recuerdo, y con eso basta, su audacia y su fuerza, pues no me lastimaron en ningún momento a pesar de no tener el control de casi nada. Esto es algo que agradezco con todo mi ser. Morir ahogada no es el sueño de una niña de ocho años.
Ya en la playa comenzó la RCP, seguía en parte despierta pero no me podía mover, ni tampoco sentía la facultad de hablar, no tenía energía ni para mantener los ojos semi abiertos. No sé cuántas maniobras hicieron pero la gente nos rodeaba y decía muchas tarugadas que no ayudaban a mi bienestar. Por más que los salvavidas que trataban de hacer una baya y pedían a las personas morbosas que se alejaran, sus intentos eran inútiles. Otro salvavidas, no recuerdo si hombre o mujer, gritaba por mis padres, nadie aparecía. Fueron minutos eternos, hasta que comencé a vomitar agua salada, mi papá llegó y lo regañaron muy fuerte, yo no podía abrir por completo la mirada para sentir el consuelo de su presencia y mucho menos podía levantarme aunque quería hacerlo. Cuando el “espectáculo” había terminado y yo pude sentarme, la gente perdió interés y se fue disipando. Creo que no haber muerte decepcionó a algunos espectadores.
Recuerdo a una señora muy intensa, que se acercó casi arrastrando a dos niños o niñas, no sé, para ponerlos enfrente de mí y decirles con una voz chillona: “¡Ven lo que pasa cuando no obedecen, miren nada más, casi se ahoga!”, yo apenas los miré y mi memoria sólo me dice que sus rostros no tenían ningún gesto agradable. No fue la única señora imprudente que por aleccionar y pensar en sus “bendiciones”, ignoraba lo vergonzoso y humillante que era para mí ser señalada en tal momento, donde es más que vulnerabilidad lo que sientes y más allá de un simple shock lo que te pasa.
Después de la tremenda reprimenda que recibió mi padre, había que seguir instrucciones y eran: caminar por lo menos media hora para que el agua de mar no me hiciera tanto daño. Había tomado bastante y mi cuerpo no podría digerirla fácilmente, yo me sentía muy cansada pero la autoridad que representaba mi padre era imposible de ignorar. Él no se notaba preocupado o enojado, era como era, creo que hasta iba haciendo bromas al respecto aunque no recuerdo cuáles. Tampoco puedo traer de ese día al presente, algún momento con mi madre, nada recuerdo de ella, no vienen a mí más impresiones de ese día, sólo que al día siguiente no quería estar en el mar, mucho menos meterme dentro de él otra vez. Al estar sentada frente a ese paisaje de olas, arena y gente que seguía señalándome, mi papá me ordenó ir con él. Me tomó de la mano y a rastras me llevaba a la orilla de la playa, contra toda mi voluntad. Me dijo que si no me metía de nuevo lo iba a detestar y que yo amaba al mar desde bebé, lo cuál es cierto (entré por primera vez a sus aguas con apenas algunos meses de edad y no quería salirme) así que a la fuerza me cargó y me llevó mar adentro. Lo rasguñé, lloré, grité por salirme de aquel escenario amenazante para mí pero fue en vano. Pasamos mucho tiempo dentro, pero lejos de las olas grandes, hasta que pude calmarme y fui entendiendo el lenguaje de las olas, que no son malas, que debo cuidarme de ellas, de la marea cuando sube, de las “Olas Verdes” sobre todo, y será acaso porque miden entre 8 y 10 metros de altura y porque en 1932 una ola de 20 metros arrasó con todo el pueblo.
Debí renacer en aquel momento, cuando estuve a punto de fallecer rodeada de agua salada pero, sigo aquí. Mi papá hizo bien en meterme de nuevo al mar y créanme, cuando voy a nadar en él, sigo buscando olas grandes y siempre las supero porque en el momento que siento que ya no tengo esa capacidad, salgo a la orilla y prefiero admirarlas desde lejos, aún así, me han revolcado y en un par de ocasiones fue difícil salir de ellas, sin pasar a mayores consecuencias. Así que mi oculto sueño de ser surfista tal vez sea y seguirá siendo sólo eso. Respeto tanto al mar como lo amo, es mi destino favorito en vacaciones, mi remanso y paraíso; apenas y podría creerse que estuve a punto de morir en él.
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*Sobre la autora:
Nadia Arce
Poeta, narradora, fotógrafa independiente, difusora cultural y editora.
Es fundadora y directora de El Tintero Taller Editorial, el cual ya cuenta con más de cuarenta
libros publicados desde poesía, cuento corto, autobiografía, novela y poesía.
Egresada el ITESO como Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Es coordinadora de talleres literarios, impartidos tanto en su país, México, como en el extranjero; es fotógrafa independiente y creadora del proyecto cultural Mil Mujeres.
Ha sido jurado de numerosos concursos literarios, como el reconocido concurso internacional de cuento: Juan Rulfo.
Fue Coordinadora del Taller Literario Elías Nandino en Cocula, Jalisco.
Reconocimientos:
● Premio International Latino Book Awwards 2024 (ILBA24) otorgado a la antología poética Vivas las queremos: Voces del mundo contra el feminicidio, en coautoría.
●Autora seleccionada en el Calendario Literario Tiempo de Mujeres 2022 y en la publicación anual del Encuentro internacional de Poesía “Víctor Campio” de Ourense, España (2022). Además de otras publicaciones colectivas nacionales e internacionales.
● Antologada en el Diccionario de Escritores en Jalisco (2020) y Diccionario de
Escritoras en Guadalajara (2019), referenciada en la Enciclopedia de la Literatura en
México desde 2002.
● Ganadora del prestigioso concurso Cuento Corto Punto de Lectura en el marco de la
FIL de Guadalajara 2002, convocado por la editorial Punto de Lectura y el Diario
Milenio.
Obra publicada:
En el corazón del arce (El Tintero Taller Ed., 2024); Cómo echar a volar mi pluma. Manual de escritura de El Tintero Taller Editorial (El tintero Taller Ed.), 2023; Barco de palabras para soportar naufragios (2022, El Tintero Taller Ed.);
Bitácora Encendida (2019, Ed. Prometeo); Rayado Personal (2017, Ed. Serpiente de Papel);
Fuego Azul (2016, Ed. El Viaje). Brilla Palabra (2007. Ed. Cabos Sueltos); Dondequiera
poesía (2005, RAIA Editorial).