Extraño amanecer
Miguel Isaac Zavala Flores
Hoy me encuentro extraño, no hablo de desconocimiento de mi ser o de cambios de las pieles a las vísceras, me refiero a una extrañeza perversa, de esas que se te quedan en la lengua sin terminar de aventarse al vacío en forma de palabra. Al despertar me di cuenta que mis ojos eran luminosos cómo bengalas, mi boca amarga como detergente, mi corazón inquieto como drogadicto. Pero no de una forma física, ni de un sentir especial, era una corazonada, un instinto primario que me gritaba mirar mi reflejo, morar mi alma, murmurar mis incendios, maullar mis perdones, mellar mis principios.
Y así fue, en el espejo encontré un "extraño", uno que no supe distinguir. Mi mente estaba tan confusa al verlo que no sabía si se refería al extraño de quererlo encontrar o al de no saber de quien se trataba. Ante tal incógnita decidí desdibujarme en letras, repartir pedazos de mí en un papel medio arrugado.
Primero fueron las ideas, caóticas e intencionadas, pobres de ellas, con un futuro tan brillante y tan alto, pero, de dueño me tienen a mí, un sombrío ser incapaz de acompañarlas por mi miedo a las alturas. Después llegó el físico, uno débil, con sobrepeso, necesitado de cariño, de deseo, de calor. Un cuerpo simple y complejo, funcionando al ritmo de las hormonas, las feromonas, de la sangre misma, pedazos de carne y de hueso bailando sin música, sin sentido.
Cuando pensé que por fin había plasmado todo de mí en el papel encontré algo nuevo, tal vez esa era la extrañeza, tal vez ese pequeño borrón medio invisible era el culpable de todo. No lo fue, más bien debía de agradecerle por volver, encontré dentro, en lo más profundo, un grito, no sé si eufórico o asustadizo, no sé si grave o agudo, no sé si existió en realidad, era un grito de vida y de muerte, un movimiento circular y linear, un eterno viaje por mi ser que unía con suma delicadeza a mi mente y a mi cuerpo.
Comenzó a abrazarme como un nido a su huevo, como una sombra. Recorrió los espacios imposibles, enlazó las conexiones inexistentes, encendió la chispa de los mil incendios y empezó a bailar, al ritmo de un tambor, al ritmo de una armónica, al ritmo de los tiempos y espacios, de los qué y los por qué. Las letras comenzaron a tomar vida, se unieron en grupo formando palabras, se intercambiaron en ideas, se vendieron en temas, incluso hicieron la guerra, el amor y un poema.
Después de días en eterna estática, la electricidad fluctuaba por lo que soy. Ese borrón de la existencia, que apenas y podía apreciar, me lloraba en salamandra, y regenerando mis últimos intentos renací.
No lo llamé alma, ni sentido, ni vida, ni siquiera le puse mi nombre. Para mí era un "extraño", uno que no supe identificar, uno que quería volver a ver.

Valle de tinta es el espacio donde crecen las historias que Miguel Isaac Zavala Flores cultiva.
*Sobre el autor:
Miguel Isaac Zavala Flores
Cuentista y ensayista
Miguel Isaac Zavala Flores, nacido en el año 2003 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Es un escritor mexicano, ávido lector y amante de las letras desde chico. Fue ganador de un par de concursos literarios en su bachillerato y desde muy pequeño encontró un amor por la literatura, tan grande, que no puede parar de escribir. Hechizado por libros clásicos y contemporáneos, busca constantemente devolverle el favor a la literatura, el favor que le hizo al salvarlo.