Una flor entre las rocas
Esteban Martínez Sifuentes
Ángeles cerró su libro y se levantó. Al descender del autobús la maestra Garcés pasó lista y les advirtió que no se alejaran demasiado. En dos horas, antes de que cayera la noche, los quería a todos de regreso, sin excusas de ningún tipo, “¿me oyeron?”
Estruendosos y con una pelota por delante, los niños corrieron hacia un manchón de arena. Las niñas se fueron por otros rumbos, a tenderse por ahí panza arriba, a recoger conchas y piedritas interesantes. Detrás de los dos grupos, la apocada Ángeles tomó la senda de los riscos y ascendió unos metros entre las piedras resbalosas para alcanzar la cima y su asiento favorito de frente a la bahía.
Le gustaba aislarse. Así podía escuchar con nitidez el canto del viento, conversar con la espuma de las olas y saludar a las gaviotas. Éstas eran algo malhumoradas, pero a la espuma nunca le faltaban respuestas divertidas en sus labios líquidos. Todos conocían secretos de barcos piratas, detalles de naufragios y tenebrosos rituales como los de Próspero en La tempestad. Estaba en eso, más absorta que nunca, cuando gritó la maestra. ¿Ya habían pasado dos horas? Sí.
¿Qué hacer?, en casa parecía estorbar y sus condiscípulos la maltrataban. La maestra Garcés se dirigía a ella con una deferencia falsa e impaciente que la golpeaba como un reproche a su existencia.
La maestra volvió a gritar allá a lo lejos. ¿Qué hacer si su deseo era quedarse ahí? Pidió consejo a las olas, al viento, que era un guasón porque entonaba a capricho todo tipo de canciones, blancas y subidas de tono, pero poseía mayor sabiduría que los otros, era muy viejo. Imponente, sonó la bocina del autobús. No pudo reencontrar la voz de sus amigos, ¿se habrían asustado? Les temían a los humanos. A ella no. Condensó rabia, frustraciones y sueños en el meollo de su voluntad, intentando sintonizar con los seres de la bahía, ahora para solicitarles ayuda, estaba decidida. No sucedió nada. Quizá si repitiera el esfuerzo…
Los alumnos que la buscaban con impaciencia y gritos vieron aparecer una apocada figura infantil que se movía hacia ellos y empezaron a subir al autobús. Uno de ellos le lanzó arena con el pie; más considerada, una de sus compañeras le espetó: “tenías que ser tú, Ángeles, ¿no te cansas de dar problemas?”. Ella apenas parpadeó y siguió adelante.
La mujer realizó el conteo recorriendo el pasillo entre el par de filas de asientos; se detuvo ante la niña problemática.
─No debiste hacer esperar a tus compañeritos, Ángeles. Nos preocupaste. Con claridad advertí que dos horas, ¿lo hice o no?
Ángeles bajó la mirada sin contestar.
─Se responde cuando habla un adulto, niña testaruda.
Ángeles asintió desde alguna lejanía. Y jamás volvió a hablar. Sus padres la sacaron de la escuela. Murió en breve lapso, en silencio, marchita como las flores en una cripta cerrada por décadas. De la escuela, la maestra Garcés fue la única que acudió al entierro. Compungida, con el peinado correcto y una decente falda hasta las pantorrillas.
El doble de uno es idéntico a uno, solo que pierde el don del habla y otros atributos. Erguida y contenta, Ángeles, la verdadera Ángeles, sigue sentada en el risco contemplando el mar, conversando con sus inquietos amigos. De vez en cuando se sumerge en él, trata de saludar de mano a todo el mundo, recoge algo para comer y vuelve, rutilante como la floración de los cardos, a su trono en medio de las piedras. Cuando siente tras ella irrumpir un vehículo, se mete en su escondite y reaparece cuando se va.

Contacto:
En facebook: Esteban Martínez
*Sobre el autor:
Esteban Martínez Sifuentes
Ensayista, narrador.
Egresado de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), Nació en San Luis Potosí hace varios ayeres, se dice lector compulsivo y fanático del cine, en particular de películas mudas estadounidenses de cómicos tipo Chaplin, Langdon, Lloyd y Keaton.
Obra publicada:
Esteban Martínez Sifuentes ha publicado siete libros; el último, de ensayos, es USA! USA! Mitos y antimitos estadounidenses, publicado por Editorial Almuzara en 2024. La novela negro-policiaca Malmarido, Ediciones Periféricas, 2020.